Fue la semana de Griezmann, la de una tormenta en un vaso de agua. Porque, como ya ha ocurrido tantas veces, el futbolista acabará jugando donde quiera, o donde le paguen lo que pide. Como no se puede llegar a un acuerdo sin hablar, sin negociar, el Barça no corre ningún peligro de recibir una sanción por acordar con el francés el pago de una cláusula de rescisión que el Atlético firmó libremente. Precisamente, por tratarse de una cláusula liberatoria queda sin efecto la prohibición de negociar con el jugador antes de los seis meses anteriores a la finalización del contrato. Lo único que ha hecho mal el Barcelona, y reiteradamente, es no callar cuando a sus dirigentes les preguntaban si había algo con Griezmann. O, como hace todo el mundo, mentir.