"Me gustaría ir a los Picos de Europa, muy bonitos, similares a los Dolomitas". El deseo de Reinhold Messner, expresado en 2016 en una de sus escasas entrevistas, a El País Semanal, podría cumplirse el próximo mes de octubre, cuando acuda a Oviedo a recoger el Premio "Princesa de Asturias". Hasta ahora, según revelaba Messner en dichas declaeraciones, de España sólo conoce montañas del País Vasco y la de Montserrat, en Barcelona.

Con 74 años, Messner se dedica a cuidar y gestionar los museos en que ha convertido seis castillos en la montaña de Tirol del Sur. "He perdido mi fuerza física, la agilidad. Pero cada quince años me reinvento, ahora me dedico a la actividad cultural y me interesa mucho", reconocía Messner, que en la entrevista ofrecía su versión del alpinismo: "Lo veo como un hecho cultural, que empieza con la Ilustración. Antes era un relación hombre-montaña, parte de la cultura".

Pese a que ha estado varias veces al borde de la muerte, Messner no puede vivir sin la montaña: "Muchas veces me he dicho: basta, nunca más. pero después de tres o cuatro semanas se te olvida. Sólo te acuerdas de las cosas positivas". Y añade que el mejor momento es "cuando vuelves a casa y comprendes que has sobrevivido a momentos dramáticos. Es como volver a nacer, has conquistado de nuevo tu vida".

Habla también de la religiosidad: "Incluso en el Nanga Parbat, cuando creía que iba a morir, no sentí la necesidad de rezar para salvarme". Y de su desprecio por los nacionalismos: "Cuando subí al Everest decían que la bandera de mi región, el Südtirol, había ondeado en lo más alto, y en la bienvenida, con tres mil personas, dije: gracias por la fiesta, pero os debo corregir, yo no he subido por el Südtirol, sino por mí, y mi única bandera es mi pañuelo".