María Luisa Urbaneja Martín (Figaredo, Mieres, 1960) es fundadora y presidenta del club de fútbol San Juan La Carisa desde 1988. No le gustó el fútbol hasta los 15 años. La aficionó José Enrique, que jugó en el División Azul y entrenó en el Grujoan, y del que enviudó. Por el club, que tiene ahora 130 fichas, pasaron 2.000 chicos y chicas.
Su padre era minero. Su madre fue peluquera, pero lo dejó para criar a su hermana y a ella.
- Estudió bien hasta los 16 años, que se casó. Muy pronto.
-No había los adelantos de hoy. En casa abría la boca y ya tenía, pero me enamoré. Yo era morena, de facciones marcadas, no me pedían el carné y me veía mocita. Al año escaso de conocernos en Valencia de Don Juan nos casamos. Él tenía 20 años, más mundo y vivía en una capital.
- ¿Le cortó algún plan?
-No, lo quería a él y marchaba donde él. Vine a Oviedo, a una casina de Pumarín -una habitación, cocina, salita y aseo- entre el cuartel de la Guardia Civil y el del Milán. Era de su abuela y nos la arregló mi cuñado.
- ¿En qué trabajaba él?
-En la cooperativa panadera Panis. En diciembre de 1979, cuando ya teníamos a Paz, bajamos a La Carisa. Daniel nació a los 9 meses y 4 días de llegar. Estaban tan fríos los pisos...
Paz, de 41 años, es maestra en paro y le ha dado dos nietos: Raúl, de 13 años; Irene, de 9. Daniel, de 37 años, es hostelero en Teatinos y tiene 2 hijos: Lucía, de 8, y Martín, de 3. "Ejerzo de abuela para consentir, no para educar".
- ¿Cómo era La Carisa?
-Una pasada. Cuatrocientos amigos, más que vecinos, gente joven con niños pequeños: sube al café; bajo a comprar, te dejo a los niños. No lo hay hoy.
- En 1982 cerró Panis, ¿qué hizo su marido?
-Entró en Hunosa, en Nicolasa, de ayudante de minero.
- La minera era usted.
-No dije nada por no influir. Me pareció bien. Conocía la mina de casa y habíamos vivido bien. Cuatro años después fue aplastado entre dos vagones. Pasó seis meses en el Sanatorio Adaro, lo operaron siete veces.
- ¿Cómo lo llevó?
-Pasó una temporada mala porque veía que no podía hacer las cosas y que le fallaba la fuerza. En 1988 hubo una asamblea para hacer una asociación de vecinos. Él tenía mucho tiempo, le propusieron hacer un equipo de fútbol porque los nenos jugaban en los aparcamientos. Se formó la Asociación Deportiva de La Carisa, él nunca quiso ser presidente; el resto de los paisanos, tampoco y subieron a buscarme. Hicimos el club desde cero, con un préstamo del banco de 250.000 pesetas que avalamos mi marido y yo, y se acabó su depresión.
- Tuvo al hombre en casa con 29 años. ¿Cómo lo llevaron?
-Los platos riñen en el armario solos, pero muy bien. Él hacía tertulia con nosotras.
- ¿Los hijos?
-Paz estudiaba y no era salsera. Lo que tuvo ella de menos, lo tuvo el hermano de más. Jugó al fútbol hasta los 18, que tuvo un accidente de tráfico muy gordo y volvió a nacer en mayo en 2000.
- El barrio tuvo años malos.
-La fama hizo mucho mal. En los noventa hubo venta de drogas, más que consumo. Ni mis hijos ni yo tuvimos problemas, ni vi jeringuillas o papelinas en el portal.
- ¿En el equipo lo notaban?
-Esta temporada vi de cerca drogas, lo que no había visto en La Carisa.
- Y el equipo tuvo problemas de ausencias y de violencia.
-Fue mal año. Me dijeron que tenía que cerrar el bar y lo pasé fatal. El juvenil dio dolores de cabeza, operaron a mi hijo, mi madre estuvo malina, atendí nietos... ni estuve las horas que debiera, algunas cosas me las ocultaron para que no lo pasase mal y me enteré tarde, mal y nunca.
- ¿Reforzaron en aquellos años el fútbol como alternativa a estar en la calle?
-Igual a muchos los quitaste de un mal paso. Eran otros tiempos y otra educación. Mi marido impuso mucho respeto: fue serio y meticuloso para la educación y el entrenamiento y no tuvo problemas. Se notó al fallecer.
- ¿Cuándo fue?
-El 30 de diciembre de 2008. Habíamos marchado a Mallorca a por el nieto y notó dos bultos detrás del oído, otro en la axila, lo miramos rápido, pero ya tenía un cáncer de pulmón en estadio 4. Le dieron, como mucho, 9 meses de vida. Aguantó 17 porque tenía 50 años, fuerza y ganas de vivir. En el proceso Luis Alberto Aragón, entrenador, y Pedro Ovín llevaron todo. Quise dejarlo y me contestaron "tú encárgate de lo que te tienes que encargar", que era estar con un enfermo dependiente las 24 horas. Desde ellos no se hizo otra temporada mejor.
- ¿Y el primer año?
-Cuando murió, yo tenía el bar de la instalación. No quería ni bajar porque me aterraba que me preguntaran. A pocos días de empezar la competición me llamó mi hijo y me preguntó si había hecho la compra para el bar. Le dije que no, que lo dejaba y me contestó que mañana me quería ver a las 9 en el campo organizando partidos y haciendo la compra para el bar y que no me quería en casa hasta las 10 de la noche. Llamé a mi hija para comentarle lo que había dicho su hermano y me convenció de que debía seguir.
- ¿No cansa?
-En junio digo, "buff", ¿no lo cogerá alguien?, pero el 15 de agosto tengo mono y vuelves. Tengo muchas horas libres y no soy de ir de tiendas sin comprar.
- Fútbol femenino.
-En 2002 tuve equipo femenino en la regional y subieron a la nacional. Estuvieron un año y tuvimos que renunciar al puesto porque no había subvenciones y no podíamos pagar autocares y hoteles. Estoy encantada con todas, pero las de ahora son más flojinas. Pero todo es dinero y si lo hay, sales adelante. Ahora eso es mejor.
- ¿Hace diferencias entre fútbol masculino y femenino?
-Me gusta más el fútbol masculino, pero no menosprecio el femenino. Nunca me vi corriendo y saltando 90 minutos. Yo cuando se acerca un balón no lo despejo: cierro los ojos y me agacho.
