España se encontró unas de esas pruebas difíciles de prever. Es normal que los rivales se encierren ante la Roja, pero hasta cierto punto. Ayer, Irán elevó los niveles del fútbol defensivo con un perfecto catálogo de cómo desquiciar a un rival. No es sencillo de encarar un partido así pero España no estuvo bien. Le faltó una marcha en una primera mitad, sin ritmo, con imprecisiones, en un ambiente complicado: la hinchara iraní celebraba cada despeje. Solo Silva pareció interpretar de forma aceptable su papel con las diagonales. Ninguna con premio. Aceleró el equipo tras el descanso, pero tras el gol llegaron algunos temores.

La prueba del cerrojazo quedó resuelta solo por el resultado, lo más importante en un Mundial. Pero España sigue despertando dudas ante los equipos que se encierran. La selección cuenta con futbolistas magníficos para la asociación, pero a la propuesta le falta picante. Lo pone Costa, ese elemento diferente. Pero se echa en falta alguien que sea capaz de saltarse líneas. Lo logró Isco por momentos, fracasó el intento con Lucas, enjaulado en la banda. El Mundial presenta peligros mayores a medida que pasan los partidos y a España le queda ese examen por aprobar: el de atacar con eficacia las defensas más cerradas.