Ganar el Mundial es sinónimo de fracaso en cuatro años. Los tres últimos campeones, Alemania, España e Italia, tras tocar la gloria, regresaron a su casa a las primeras de cambio a la edición siguiente. A esta lista hay que sumarle a Francia, que tras alzar la copa con Zidane en 1998, se pegó un buen batacazo en 2002, volviendo a París tras una decepcionante fase de grupos, en la que ni siquiera llegó a marcar un gol. Brasil, en la horquilla de 2002 a 2006 corta la sangría, aunque la canarinha tampoco se lució en Japón y Corea, y cayó en cuartos de final contra Francia, precisamente.

En las explicaciones para esta situación, se puede buscar la lectura del apoltronamiento. Con España fue así. Después del excelso recital de fútbol en Sudáfrica, Vicente del Bosque se plantó en Brasil con muchas caras de la vieja guardia. Aunque la participación empezó bien, adelantándose Xabi Alonso contra Holanda, la Naranja mecánica trituró en la primera jornada a La Roja. La selección se vio abocada a ganar a Chile pero fue incapaz. La victoria (0-3) ante Australia en el último partido de grupo fue una amarga despedida para algunos de los mejores jugadores que ha dado el país.

Löw, hasta 2022

Existen paralelismos entre la situación de la selección de aquel entonces y la Alemania de Löw, al que la Federación germana le ha confirmado en el cargo hasta 2022. Y estos empiezan por la portería. En 2014, Del Bosque siguió apostando por un Casillas venido a menos. Exactamente igual que Löw en estos tres partidos lo hizo con Neuer en vez de Ter Stegen. El portero del Barcelona se marcha del Mundial en blanco. Con Italia, en 2010, también se apostó por los veteranos: Cannavaro, Di Natale, Gatusso... todos superaban los 30 años. El resultado, calamitoso. Italia fue la última del grupo, por detrás de Nueva Zelanda.