Tras haber hecho de todo: quedarse sin seleccionador a dos días de su estreno en el Mundial, empatar el primer partido jugando bien, ganar el segundo de rebote y clasificarse para octavos tras empatar el tercero quedando siete minutos (el VAR tardó, pero llegó a tiempo), España tiene hoy en el estadio de Luzhniki (Moscú) el primero de los exámenes finales para seguir vivo en la Copa del Mundo e intentar lograr la segunda estrella de su historia.

Con todo un país pegado al televisor, la selección se enfrenta a la anfitriona Rusia (16.00 horas, Telecinco) en unos octavos de final que suponen el inicio del Mundial de verdad, cuando un mínimo desliz arroja a los perdedores al abismo y ya no existe vuelta atrás. Ya no hay margen de error para una selección, liderada por Hierro, que pretende desquitarse de todas las dudas y críticas de la semana y demostrar que sí, que sigue siendo el mismo equipo que maravilló a muchos en la fase de clasificación y que lleva dos años sin perder, desde la última Eurocopa (algo que recordaron constantemente los jugadores estos días, muy molestos con lo que, dicen, es un exceso de negatividad del entorno).

La prueba llega contra un rival fetiche para España. La Roja nunca ha perdido contra Rusia y en el recuerdo está aquella semifinal mágica hace diez años en la Eurocopa de Austria y Suiza (0-3 para España), cuando el mundo empezó a mirar a los de Luis Aragonés como un equipo de autor capaz de todo.

Los precedentes son positivos, pero la semana ha sido de aúpa. Aunque parece que la revolución de nombres que muchos le pedían al exoviedista Hierro se quedará en tímida revuelta. No está dispuesto el seleccionador accidental a romper el bloque fuerte de una lista que, por cierto, él no ha confeccionado.

La duda principal, el debate nacional, la resolvió el malagueño en la previa del partido confirmando la titularidad de un De Gea totalmente alejado de su nivel, y al que hoy apuntarán todos los focos. Sí habrá, se presupone, algunas modificaciones respecto al partido contra Marruecos (2-2). No será en la defensa, el factor del juego en el que falla España: cinco goles encajados en tres partidos y la sensación de que cualquier llegada contraria acaba en gol. Aun así, Carvajal, Ramos, Piqué y Alba son intocables para el malagueño. En el centro del campo sí se prevé cambio de cromos. La novedad puede ser Koke, para dar más oxígeno a un Busquets ahogado, que echa de menos un socio como en el que tuvo en Sudáfrica, cuando compartía la batuta con Xabi Alonso.

Arriba, Isco, el mejor español hasta ahora, es intocable y Silva, en un estado pésimo de forma, como le pasó en 2010, podría ser el gran sacrificado a favor del desparpajo de Asensio, que daría más dinamismo y alternativas a la zona de creación. En la delantera, pese a la fuerte candidatura de Aspas, héroe de la clasificación a octavos, estará Costa. Enfrente, Rusia, un equipo luchador que llega sobre todo con la fuerza ambiental que le otorga ser la anfitriona (habrá 80.000 espectadores). Vuelve Golovín y cuentan con Cheryshev, una de las sensaciones del torneo. España se la juega.