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El Hijo De Esther

Marcelo, ese defensa consentido

Cuentan que el gran Alfredo Di Stéfano le dijo una vez a un portero inseguro que no hacía falta que parase las pelotas que iban a portería, que se conformaba con que no metiese dentro las que iban fuera. No sé si la frase es cierta, pero coincido con don Alfredo. ¿A qué viene este inicio? No viene a cuenta de ningún portero, pero sí de un defensa, Marcelo. ¿Cuál es la mayor y principal virtud de un defensa? Defender, ¿verdad? Pues eso es casi lo único que no hace Marcelo, defender. Los madridistas le perdonamos casi todo porque ofrece mucho en ataque, pero suele sacarnos de nuestras casillas cuando, como diría la Saeta Rubia, mete dentro las pelotas que van fuera. El pasado miércoles cuando el Real Madrid acariciaba la victoria en la Supercopa de Europa, Marcelo volvió a meter en el campo una pelota que se iba fuera con una volea a su espalda que mandó el balón al área, lo que sigue ya lo conocemos, desgraciadamente: una derrota en un partido que el Madrid ganaba con suficiencia.

El problema de Marcelo no es que haya hecho eso, es que suele deleitarnos con acciones absurdas que terminan perjudicando gravemente al equipo. A bote pronto recuerdo cómo se le va Sergi Roberto en el último minuto de un Madrid-Barcelona y mientras el país merengue gritaba hazle falta, él levantaba las manos como si la cosa no fuera con él mientras el barcelonista se escapaba. Segundos después, gol de Messi y derrota en casa. O el año pasado mientras perseguía una pelota fuera del campo en Múnich y dejaba la banda libre para que Kimmich aprovechara el vacío y nos "calcara" un golito innecesario en Champions.

Escucho en televisión o leo en los periódicos que Marcelo tiene alma de delantero, y se disculpan esos errores garrafales como se disculpa al hijo preferido que no para de hacer gamberradas. Ya sabemos que Marcelo no defiende bien y lo aceptamos porque da más de lo que quita, pero reírle las gracias sobre fallos graves que no tienen que ver con su condición táctica defensiva es hacerle un flaco favor a un jugador superlativo y encantador que, como los niños traviesos y consentidos, no aprenderá a centrarse en lo suyo hasta que no se lleve una buena reprimenda.

Por cierto, faltan un defensa, un centrocampista y un goleador. El problema es que en el caso del goleador no se vislumbra en el mercado un jugador con goles suficientes en las botas como para pagar precios abusivos. Florentino Pérez es el que decide, que para eso es el presidente.

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