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Álex Arias: "Asumir la cárcel me salvó"

El futbolista, de 29 años y estudiante de Derecho, regresa al Marino, club que le arropó cuando atropelló a dos franceses en 2011

Álex Arias, ayer en Luanco, a las puertas de Miramar, antes de su presentación con el Marino. MARA VILLAMUZA

En los cuatro años entre el doble atropello mortal en el pueblo salmantino de Casillas de Flores, cerca de Ciudad Rodrigo, el 14 de agosto de 2011, y su ingreso en el Centro Penitenciario de Asturias en agosto de 2015, el futbolista Álex Arias dice que "analizó" sus posibilidades. "Un tiro no me iba a pegar, así que necesitaba cumplir condena. Asumir la cárcel me salvó", reconoce.

Arias tenía entonces 21 años. La sentencia del Juzgado de lo penal número 1 de Salamanca consideró hechos probados que el jugador conducía un BMW de gran potencia que empotró contra una farola de la plaza mayor de la localidad a 120 kilómetros por hora. Como resultado, derribó una farola y sesgó la vida del matrimonio francés formado por Christophe González, de 44 años, y Virgine Syndi, de 29. Dio 0,63 miligramos de alcohol por mililitro de aire espirado, cuando el mínimo es 0,25.

El jugador acaba de fichar por el Marino de Luanco, que lo presento ayer. Su presidente, Luis Gallego, dijo en ese trágico mes de agosto de 2011 que "el club es una familia". "Álex ha llegado hace poco pero le vamos a arropar", afirmó entonces. Siete años después de esas palabras, también en agosto, Álex Arias, casado, estudiante de Derecho y bordeando ya la treintena, vuelve a fichar por el club que no le dio la espalda en su peor momento.

Aunque también salió de la cárcel en agosto de 2016, el mes que prefiere recordar Álex Arias es julio. Y el número que pulula por su vida no es el ocho sino siete, por la fecha de su boda. "Me casé justo hace mes y medio, el siete de julio. Me gusta decir que la boda fue el siete del siete", explica, en referencia al dorsal de la camiseta con la que juega un tipo que aunque nunca olvidará lo que pasó. Ha aprendido "a vivir con ello".

Arias regresa al Marino tras jugar en el Coruxo, en Segunda B, 31 partidos, 21 como titular, y marcar cinco goles. "Avisé que no iba a continuar, porque mi novia no quería seguir fuera de Asturias. Era el momento de volver", expresa. Este verano tuvo una oferta de Michu para quedarse en el Langreo, donde hizo la pretemporada. La rechazó como también rechazó la del Caudal. Cuentan los que le siguieron estos meses que le había dado su palabra a Luis Gallego de volver. Y la cumplió.

Ayer fue su presentación en Miramar, el campo del Marino. Fue la más larga del verano con diferencia. Álex Arias es un tipo querido. "Cuando anunciaron el fichaje, recibí muchísimos mensajes, parecía que había fichado por el Real Madrid", comenta. En la charla con este periódico, en la terraza de un establecimiento de la plaza de La Merced, puro centro de Avilés, se levantó en dos ocasiones a saludar a la gente que le daba la enhorabuena: "Siempre ha sido así. Me cruzo con profesores del instituto y me reconocen, me guardan cariño. Conecto con la gente. A estas alturas ya sé que no soy Maradona, así estoy contento porque lo que queda en el fútbol es el cariño de la gente".

"Mi mujer dice que soy el defensor de las causas perdidas. Quizás soy muy humano, no sé explicarlo. Puedo decir que soy feliz", cuenta. "En mi vida, quizás por lo que me pasó, he aprendido a diferenciar lo que es el fútbol de lo que no. De pequeño estás acostumbrado a ganar siempre pero eso se termina y empiezas a perder, y te agobias, y lo pagas con los demás. Ahora ya no soy así. He aprendido a diferenciar entre mi vida y este deporte", analiza.

Arias no rechaza hablar de su condena, arrepentido como está de aquella fatídica noche. Ahora sabe que no puede hacer nada. Sólo pasar página con todo el dolor que aun tiene. "Ojalá nunca hubiera pasado nada pero pasó. Necesitaba entrar en la cárcel para perdonarme. Aunque la vida allí es dura, estaba peor antes de ir a la cárcel. Necesité ayuda psicológica. Aceptar que tenía que estar allí, asumirlo, me salvó la vida. Fue un proceso catártico", dice. Y continúa: "Los recuerdos de fuera a mí me ayudaron. A otra gente eso la hundía más. Pero a mí me ayudó pensar en mi familia, en mis amigos, en mi pareja. Cuando salí fue todo muy emocionante... poder volver a jugar y todo".

El centrocampista asegura que la herida sigue viva para su gente. "Mi familia, bueno, mi familia lo sigue pasando mal. Este año me llamaron de Unionistas de Salamanca, -un club de Segunda B- para preguntar por mí. No tuve una oferta como tal pero a Salamanca no puedo ir", explica. Con los años, Álex Arias se ha convertido en un joven recién casado que quiere disfrutar del fútbol mientras le den las piernas. La retirada, a punto de cumplir 30 años, no está tan lejos. Por eso se afana en terminar la carrera de Derecho, que empezó en 2013. "Estuve en la Universidad a distancia pero no me termino de arreglar. Quiero volver a Oviedo y acabarla. Me debe de quedar un curso y medio. Quiero ser abogado y estar en el bufete de mi familia (su madre es abogada)", apunta. También sabe que nadie está libre del pasado. En 2016, en un partido entre el Avilés y el filial del Sporting, cuando todavía tenía que ir a dormir a la cárcel, el sportinguista Jaime Santos le hizo un gesto con las muñecas, emulando que llevaba grilletes. "Lo que pueda decir la gente, ya a estas alturas no me afecta. Lo paso mal por mi familia", se despide.

Ahora, que vuelve a ser el mes de agosto, el futbolista vuelve al Marino de Luanco, la parada donde, con todas las consecuencias, Alejandro Miguel Arias de Haro se convirtió, para siempre, en Álex Arias. Con lo bueno y con todo lo que pasó en un mes de agosto en un pueblo de la provincia de Salamanca, un verano fatídico de 2011.

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