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Una niña avilesina que empezó a jugar por la muerte de su padre, un prodigio del ajedrez

Con sólo diez años, Marién Bagüés ya sabe lo que es ganar un campeonato de España

La avilesina Marién Bagüés en su casa con el trofeo y el tablero con el que entrena. RICARDO SOLÍS

Marién Bagüés tiene diez años y está acostumbrada a dar sorpresas. Sorprendió cuando sobrevivió 35 días en la Unidad de cuidados intensivos del HUCA por nacer con siete meses de gestación y un kilo y cuarto de peso. Sorprendió cuando empezó a jugar al ajedrez en el Club Ensidesa de Avilés, a los cinco años, para distraerse de la muerte de su padre en un accidente de tráfico. Y sorprendió el 8 de julio de este verano en la localidad granadina de Salobreña cuando se proclamó campeona de España de ajedrez rápido sub 10, confirmándose como una de las promesas de este deporte en Asturias.

"Empezó a jugar con cuatro años porque su hermano es muy aficionado al ajedrez. Cuando pasó lo de su padre, Fermín Jordi, el presidente del Ensidesa, la dejó inscribirse aunque no cumplía con la edad", explica su madre, Marián Castro. "Ahora no hay quien la separe del tablero", asegura.

Marién debería afrontar este noviembre otro gran reto: el Mundial sub 12 de Santiago de Compostela. Pero no podrá acudir porque se celebra en medio del periodo lectivo. Además, Marién, que estudia en el colegio público de Versalles, pasará este curso directamente de cuarto de primaria a sexto. "Quizás si hubiera sido en vacaciones", lamenta la madre.

Su gran momento fue el pasado 8 de julio en Salobreña, en la provincia de Granada en el campeonato de España de ajedrez rápido, una modalidad con tiempo limitado para que los jugadores ejecuten sus movimientos. "No pensábamos que pudiera ganar. Íbamos sin presión. Fue un gran día. Terminó en la piscina con ropa y todo, para celebrarlo", cuenta Castro.

Marién Castro entrena en el Ensidesa una vez por semana, con David Sánchez y Saúl Pérez Núñez, campeón y subcampeón de Asturias, respectivamente. Poco tiempo para la maestría que atesora. Detrás de su talento hay un responsable: Jonás Prado, a la sazón también campeón de España y siete veces campeón regional, a sus solo 15 años de edad. "Al principio les daba vergüenza decir quién era su entrenador porque por aquel entonces Jonás solo tenía 12 años", explica la madre.

Todos los domingos, Marién y Jonás "quedan" por internet y el mayor alecciona a la pequeña. Su madre guarda un vídeo, después de la primera clase. En la pieza, de apenas dos minutos, la pequeña Marién reproduce con exactitud todos los movimientos de la partida que jugó con Jonás hasta el jaque mate en el tablero gigante donde la niña aprende.

"Jonás es enérgico y competitivo y ella más introvertida y discreta. Pero se empeñó en que tenía que ser campeona de España como él y fíjate, al final lo logró", resume Castro. De pronto, Marién, que ha venido demostrando su timidez durante toda la charla, toma la palabra. Está sentada en el salón de su casa y las piernas apenas le llegan al suelo. Lleva diadema y la camiseta del Ensidesa.

"En las clases se sorprendían mucho. Resultaba extraño", comenta la pequeña. Cuando pronuncia la palabra extraño hace unas comillas con los dedos e ironiza con el tono de voz. A medida que se siente cómoda, Marién se revela como una niña en realidad muy despierta y con las cosas sorprendentemente claras para la edad que dice que tiene. Por ejemplo, en realidad se toma el ajedrez como una afición. "Lo que más me gusta es poder ver a mis amigas, Paula Bermúdez y Edén y lo que menos, cuando los padres se enfadan y creen que los rivales no podemos ser amigos", explica.

Fuera del ajedrez, Marién no es menos interesante. Cuenta que, en verdad, quiere ser profesora como su madre. Que lee mitología griega y libros de detectives. Que su asignatura favorita son las Matemáticas. Y que odia la política. "El ajedrez es algo puro y en la política hay corrupción. En el ajedrez siempre nos damos la mano, jugamos limpio", dice. Así es Marién Castro, una niña precoz y tenaz que se transforma en un tablero de ajedrez. Una chiquilla que no llega con las piernas al suelo desde su sofá, pero que no se cansa de dar sorpresas.

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