Un derechazo de Iniesta cuando únicamente quedaban cuatro minutos para que se acabase la prórroga no sólo colocó a España en 2010 entre el selecto grupo de países que se han proclamado campeones mundiales de fútbol, sino que puso también punto y final de paso a una amplia historia de frustraciones de la Roja en la cita balompédica más universal. Ese título inicial, ante Holanda, vino acompañado por el nada despreciable añadido de que por primera vez una selección europea se imponía en otro continente, en un torneo que se estrenaba en África. Llegó a tiempo también esa hazaña porque no hubo mas que esperar al siguiente Mundial para que Alemania igualase a España en esa circunstancia al vencer en Brasil.

España venía lanzada después de conseguir en 2008, dos años antes de la cita mundialista, su primer gran éxito internacional absoluto desde 1964, cuando ganó, como 44 años antes, un campeonato de Europa. Fernando Torres fue entonces el ejecutor de Alemania en la final disputada en el Ernst Happel vienés. Y para nada acusaba negativamente el cambio de seleccionador. Vicente del Bosque había tomado el relevo de Luis Aragonés y el salmantino demostró una vez más, como ya lo había hecho en el Madrid, que sabía perfectamente cómo tratar a un vestuario plagado de estrellas.

De ahí que apenas hubo atisbo de nerviosismo cuando para empezar hubo tropiezo. España perdió con Suiza. Por supuesto, no faltaron los que vieron los fantasmas de siempre. Clasificación con apuros en la fase de grupos para caer en octavos o en cuartos, como hasta entonces había sido lo habitual. Pero esta vez sí que no habría repetición de la jugada. El grupo era no sólo homogéneo y de mucha calidad, sino mentalmente muy fuerte, convencido de sus posibilidades.

Tras el patinazo ante los helvéticos España ganó todos los partidos, empezando por los otros dos del grupo, frente a Honduras y Chile, para seguir adelante con toda solvencia en los choques de eliminación directa, sin necesidad de prórroga o penaltis, deshaciéndose sucesivamente de Portugal, Paraguay y Alemania. Sólo la final estuvo más difícil, con una prórroga, por el 0-0 del marcador en el minuto 90, después de que bastante antes de llegar al tiempo añadido Casillas, quizás el portero más decisivo de la historia, mantuviese las opciones de su equipo en todo lo alto para hacer cumbre a la postre salvando un mano a mano con Robben.

Sudáfrica fue el mayor momento de gloria del fútbol español y en la cita no faltaron asturianos, David Villa y Juan Mata, el primero de ellos con protagonismo especial pues fue el máximo goleador del torneo, compartido con el alemán Thomas Müller, ambos con cinco tantos. Villa, que había completado su quinta temporada en el Valencia, del que se iba al Barcelona (Mata también pertenecía al club levantino), demostró a la perfección sus excepcionales cualidades consiguiendo goles decisivos, como los únicos registrados ante Portugal y Paraguay. Y como Villa, España supo rentabilizar sus tantos. Nunca había habido un campeón con tan pocos goles a favor, sólo ocho, pero tampoco hubo ninguno con un porcentaje tan alto de posesión de balón, según la marca que había acuñado un equipo que se había inspirado en el fútbol de posesión, toque y presión que en la Liga caracterizaba como nadie el Barcelona. Los jugadores azulgranas fueron pues claves en este equipo, pero los madridistas, aún viniendo de otra práctica futbolística, se integraron perfectamente en el engranaje, algo también facilitado por las buenas relaciones personales que se establecieron en varios casos.

España era por fin un equipo formado por jugadores con un elevadísimo sentido táctico, lo que dejaba aún más evidencia, y no sólo por el éxito final, a tantos de sus antecesores, cuando en el mejor de los casos no fueron capaces de pasar de cuartos clasificados, en el Mundial de 1950, y después incluso de haber protagonizado sonados fracasos cuando ni siquiera con superestrellas como Di Stéfano, Kubala, Puskas o Gento fue capaz de clasificarse, como en 1958, o si lo hizo, como cuatro años más tarde, caer en la fase de grupos como última clasificada, por detrás de Brasil, Checoslovaquia y México.

El último obstáculo, Holanda, distaba de ser en cuanto a juego un rival digno heredero del que había sido ya finalista en 1974 y 1978, pero no por ello dejaba de suponer un motivo de preocupación, puesto que también tenía la motivación de luchar como España por conseguir su primer título mundial. Al final, a los neerlandeses no les valió ni lo de a la tercera la vencida, y a excepción de la ocasión de Robben si se mantuvieron bastante vivos en el partido fue gracias en buena medida al arbitraje contemporizador del colegiado inglés, que perdonó a los 25 minutos la expulsión a De Jong por una entrada brutal a Xabi Alonso como error más grueso y no castigó con la suficiente energía el violento juego naranja.

Webb tuvo por lo menos la gallardía de reconocer posteriormente que se había equivocado y que debía de haber mostrado la tarjeta roja en vez de la amarilla que vió el centrocampista holandés. España atornilló de tal manera al rival que éste, falto de recursos futbolísticos, se puso a dar patadas como único medio de frenar a lo que se le venía encima, lo que llegó a provocar que nada menos que Johan Cruyff, el que puso a Holanda en el mapa futbolístico, renegase de sus compatriotas. Holanda había perdido las otras dos veces ante los anfitriones, Alemania y Argentina, respectivamente, y en esta ocasión, en Johanesburgo, aquel 11 de julio, lo hizo ante la mejor España de la historia con diferencia, una España que con un Mundial y dos Europeos ya podía codearse con las selecciones que hasta entonces llevaban la voz cantante en cuanto a títulos.

Y lo que faltaba por venir porque dos años más tarde España completaría su hat-trick con un nuevo entorchado europeo. Sin embargo, cuando llegó la hora del siguiente Mundial España se convirtió en la peor defensora del título. Nunca ninguna campeona había sido eliminada en la primera fase de modo tan rotundo. En Brasil llegó la venganza de Holanda, en forma de 5-1 en el primer partido de la ronda inicial. Una nueva derrota, contra Chile (2-0), también con sabor a revancha, por lo ocurrido cuatro años antes, sepultó las opciones de clasificación de España, que sólo pudo restañar un poco las heridas a costa de derrotar a Australia por 3-0.