Tras una victoria de prestigio de los de José Alberto López en Las Gaunas la pasada jornada, volvía a Gijón la Real Sociedad "B", uno de los mejores, por no decir el mejor equipo que pasó por el Pepe Ortiz la pasada campaña; un conjunto ágil, con toque, posición y personalidad, la suficiente como para ser el único que fue capaz de asaltar Mareo y que cayó, sin embargo, a las primeras de cambio en los play off de ascenso. Su técnico de entonces, Aitor Zulaika, una delicia para los medios, por su amabilidad, su educación y porque con sus explicaciones en sala de prensa, los que allí estábamos, sólo con transcribirlas, podríamos hacer la crónica de nuestras vidas. Un señor equipo, vaya.

Por lo demás el encuentro (2-2) comenzó como recordábamos de otras veces, con la Real con querencia de balón y los rojiblancos asentados, vigilantes y soltando el balón rápidamente hacia arriba tras recuperación. Pero el que tiene el balón tiene un tesoro y Roberto López probó con un disparo raso que desvió Joel a corner, tras una larga posesión blanquiazul. Del saque de esquina surgió el primer tanto visitante tras un remate de cabeza inapelable de Dávila, en el minuto 6. Era demasiado pronto pero tocaba remar.

El filial no estaba ni se le esperaba. La Real tenía el balón y, cuando lo perdía, no tardaba demasiado en volver a recuperarlo. Jugaba a lo que quería y cuando quería, con los jugadores de José Alberto incapaces de dar alguna solución al desaguisado, pese a que el técnico local se dejara la garganta en el intento. Los visitantes abusaban del balón, del juego, del toque, del tempo: la Real Sociedad que recordábamos de otros espectáculos, que no recibía presión alguna a la hora de mover el balón desde su campo y que lo llevaba de un lado a otro del Pepe Ortíz como si estuviera jugando solo. Era todo demasiado plácido.

Y esa placidez con la que Calvillo anotó el segundo, entrando por la banda sólo, tras una pérdida de balón de los rojiblancos en el centro del campo, recibiendo la asistencia de Roberto López que tenía múltiples opciones donde elegir, hablaba bastante de lo que se estaba viendo en Mareo. Media hora de encuentro y un 0-2 en el marcador, resultado corto para los merecimientos de uno y otro en el verde de Mareo.

El monólogo de los de Imanol Alguacil era insultante, con un Roberto López insultante al mando de la sala de máquinas txuriurdin, con Thior, Guevara, Gorostidi y compañía jugando a lo que querían. El filial rojiblanco necesitaba, por lo pronto, vestuario: y lo que surgiera, que debería ser mucho y muy bueno para enderezar la piragua.

Gorka Santamaría entró por Rubén Sánchez en el descanso. El equipo se vislumbraba más agresivo en la presión aunque a la Real Sociedad pareció no importarle demasiado y siguió a lo suyo, quizá con una marcha menos que en el primer tiempo pero con la seguridad de que la subiría si lo necesitaba. Una recuperación de Pedro Díaz en la frontal del área visitante finalizó con un libre directo, que el propio Pedro estrelló en el larguero, tras magistral lanzamiento, y el rechace fue cazado por Neftalí, que en el primer tiro a puerta de los gijoneses, perforaba la puerta de Zubiaurre. 1-2 y mucho partido por jugar.

Y la Real metió la marcha que había reducido y, al saque de centro, una mano de Alex Zalaya la decretaba el trencilla como penalti. Guevara encaraba a Joel y el cubano detenía el esférico. Del 1-3 se pasó en instantes al baño de autoestima rojiblanco que supone un gol logrado y otro evitado. El futbol es un estado de ánimo y los de José Alberto lo acababan de recuperar.

Y vimos a la Real flaquear, a Neftalí correr, a Bogdan comerse la banda, Aizpiri a barrer todo lo que pasaba por allí y a Pedro mover el balón, por primera vez. El encuentro estaba loco y la Real sobrepasada. Había que aprovechar el momento.

Con más corazón que cabeza los gijoneses aparecieron en el partido, 45 minutos después. A la Real, por su parte, se le pasó el susto de la aparición sportinguista y solventaba, con cierta facilidad las acometidas locales, permitiéndose incluso contraatacar, siempre con peligro. El tiempo se consumía y, aunque la gasolina escaseaba, el carácter que se le presupone a los equipos de José Alberto les impulsaba para buscar el empate.

Neftalí agarró el balón en la banda, tiró de velocidad, de cuerpo, de envergadura, se llevó por delante a su marcador y centró preciso a Pablo Álvarez que estrelló el balón impactado con el interior de la derecha en Zubiaurre. Nada semejante se había visto en la mañana gijonesa de Mareo. El empate era factible, algo que al acabar los primeros 45 no era ni siquiera una opción.

Pablo Fernández, capitán general de la banda derecha, remató blandito de cabeza un centro de Espeso. Chiki ya estaba en el terreno de juego, retrasando un poco a Neftali para que irrumpiera desde atras con potencia. Mientras tanto, el colegiado castellano leones continuaba con su particular sonata de silbato y muñeca fácil al bolsillo y enseñaba una tarjeta más a los locales, e iban seis. Minutos de gloria.

El asedio continuaba y José Alberto sacó a Pedro del campo, dando entrada a Sandoval, poniendo todo lo que tenía en el banquillo en busca de un punto que se resistía. El plan tenía lagunas, en forma de contras donostiarras, pero tampoco había mucho más que perder. El tiempo se escapaba y no había manera de rescatar algo positivo. Una falta en la frontal era el epílogo del partido. Neftalí se colocó lo galones y golpeó con fuerza el esférico, en el 49 de la segunda mitad, con el partido agonizando. El esférico tocó ligeramente en la barrera, barullo en el área y Gorka Santamaría, con la caña preparada, batía al cancerbero vasco sobre la bocina. El éxtasis en el Pepe Ortiz y un punto rescatado en las postrimerías, globalmente justo.