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Baloncesto | LEB Plata

Ángel recoge el testigo

Los Moro, padre e hijo, segundo entrenador y jugador del Teslacard Círculo, regresan de la mano al baloncesto profesional en Gijón

Óscar Moro sujeta el balón para dárselo a su hijo Ángel, jugador del Teslacard Círculo. MARCOS LEÓN

La familia Moro está de vuelta en el baloncesto profesional y lo hace por partida doble. Comparten casa, pasión por el deporte de la canasta, puesto de base y, además, vestuario. Sus caminos se han cruzado en el Teslacard Círculo Gijón. Óscar Moro, legendario jugador asturiano que se retiró en las filas del Gijón Baloncesto en 1992, es la mano derecha de Nacho Galán en el staff técnico del conjunto que el pasado sábado se estrenó en LEB Plata. Un debut soñado y en el que el líder del equipo gijonés fue su hijo Ángel Moro, que sumó 19 puntos, 3 rebotes y 4 asistencias para lograr el triunfo frente a Ávila (75-67). Padre e hijo, entrenador y jugador, conviven con las voces más críticas que esperan silenciar solo con una palabra: trabajo.

"Siempre le exigí más a él que a otros y si está aquí tiene que demostrar que es por lo que vale, no porque su padre esté en el cuerpo técnico", señalaba ayer en la pista auxiliar del Palacio de Deportes Óscar Moro. Solo a unos metros de allí, su hijo había brillado hace escasos dos días en un debut calificado como "uno de los mejores o incluso el mejor partido de mi carrera". La figura de Ángel Moro sobresalió y para los más nostálgicos pervivía el recuerdo de su padre Óscar, aunque aseguran los propios protagonistas que se tratan de dos perfiles de bases bien opuestos. "Yo era un base anotador, siempre miraba al aro, y Ángel es un base de equipo, defiende mejor que yo, salta más, está físicamente como un toro, es rápido, listo, se mete en la zona con más atrevimiento y hace jugar al equipo. No es nada egoísta como podía serlo yo", afirma el segundo técnico del Teslacard, que añade que "tiene que mejorar en el tiro, pero con trabajo lo hará, seguro". Y para muestra su partido ante el Ávila.

Ángel le mira con admiración, no pudo verle jugar ya que nació dos años después de su retirada, pero a sus 24 años (el jueves cumple 25), ha escuchado muchas "batallas" sobre su padre. "Cuando vamos a Bélgica a ver a mi abuelo y nos juntamos con su pandilla de amigos, siempre me dicen que si llegaba al 50% de su calidad sería muy buen jugador, así que tuvo que ser muy bueno", comenta el gijonés. Bromean sobre algunos vídeos del pasado "en cinta VHS" y se atreverían a retarse en una cancha de baloncesto. Eso sí, cada uno tiene sus preferencias. Ángel apostaría por un uno contra uno, pero Óscar afirma que "desde que tiene 14 años no jugamos porque no puedo con él", pero contraataca con una prueba de lanzamiento. Ahí, el actual jugador del Teslacard cree que "seguramente me gane, aunque está mayor, si le das un balón no pararía de encestar".

En casa, tema tabú

El baloncesto corre por sus venas, pero cuando abandonan las canchas del Palacio de Deportes, se cierra la puerta de la faceta entrenador y jugador. Hablar del equipo gijonés en casa está prohibido. "Acabaríamos discutiendo mucho", comenta sonriente Ángel. El relevo de los Moro regresó a Gijón este año tras pasar por el Cazorla, de Jaén, y anteriormente jugar en el Gijón Basket. Ahora, en el Teslacard Círculo ha evolucionado con otra versión más completa ya que "el paso por Cazorla fue una experiencia complicada, pero se aprende de todo, la exigencia era mayor y mejoré. Creo que ya se ha dejado notar que soy otro".

Óscar se muestra orgulloso de la evolución de su hijo pero "siempre quiero más" y cree que "contar en el equipo con jugadores como Swift o Saúl Blanco es muy grande, los consejos que le dan son una gran enseñanza", a lo que responde Ángel: "Es un lujo". Padre e hijo, jugador y entrenador, han vuelto al baloncesto profesional, uno dirige junto a Nacho Galán, el otro ejecuta para que el apellido Moro vuelva a lucir en Gijón como lo hizo en la época de los noventa.

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