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La matriarca del Lealtad

Josefa Rubio lleva 31 años trabajando para el club de Villaviciosa, del que es vocal: "Este equipo es toda mi vida"

Josefa Rubio, con la bufanda del Lealtad, ayer, en Les Caleyes. Á. GONZÁLEZ

Dice Josefa Rubio que en su vida conserva cuatro momentos plenamente felices: su boda, los días en que parió a sus dos hijos y el domingo pasado, cuando su Lealtad goleó al eterno rival, el Caudal Deportivo (1-5) en el Hermanos Antuña. A sus 67 años, para 68 ahora a finales de mes, la mujer es vocal en el Lealtad. El cargo es un cajón de sastre porque ella plancha, lava, cose, prepara desayunos, vende entradas, paga a los árbitros, organiza la rifa, es una hincha entregada a unos colores y si su artrosis se lo permitiera tendría voluntad hasta para subir a rematar los saques de esquina. Josefa es más que una directiva, es la matriarca del Lealtad.

Josefa empezó a trabajar en el conjunto maliayo en 1987, con su marido, utillero del club. Aunque hace cinco años enviudó, el dolor de la pérdida no varió ni un ápice el ritual de cada fin de semana, en el que Josefa se levanta temprano y acude a Les Caleyes a ayudar en lo que haga falta. Como si se multiplicase, se las ingenia para atender la taquilla, vender las papeletas para la rifa y hasta para pagar a los árbitros al final de los partidos. "Es que mi día a día es el color negro de mi Lealtad. Este club es toda mi vida. Si la salud me lo permitiera, haría más", resume.

A la mujer todavía le dura la emoción de la goleada del pasado domingo. Una goleada que vivió en las gradas. "Estuve animando todo el partido. Hubo un señor que me llamó la atención, porque decía que gritaba mucho. Pero oye, yo pagué mi entrada como los demás y lo único que hice fue animar", explica como si estuviera contestando todavía a ese aficionado.

Josefa es una meticulosa coleccionista de recuerdos del Lealtad. Atesora en un lugar privilegiado de las estanterías de su casa álbumes repletos de autógrafos de antiguos entrenadores y jugadores. La anécdota la cuenta el antiguo técnico del equipo, Roberto Aguirre, ahora en las filas de Unionistas de Salamanca, en Segunda B. "Es una mujer que respira el Lealtad. Recuerdo cómo enseñaba esas fotos orgullosa, en Amandi, donde entrenábamos. Se ve que quiere lo mejor para el club. Transmite ese cariño", resume Aguirre.

El amor de Josefa por el equipo de Villaviciosa viene de familia. Jose, uno de sus hijos, es ahora profesor en A Coruña, pero de pequeño coincidió en las categorías inferiores del Lealtad con Pedro Menéndez, el actual presidente del club. "Pedrín", como así le apodan en la villa, mantiene una tierna amistad con Josefa. "Yo la recuerdo de pequeño, que la ropa me venía grande y ella me la remendaba para que me quedara más prieta. Cuando hacemos los campus en verano, ella viene y prepara el desayuno para todos los guajes. Si en el club somos 240 jugadores, ella tiene 240 hijos", sintetiza el presidente, que no puede disimular el cariño que siente por Josefa.

El sentimiento es mutuo. "He visto pasar cuatro presidentes, con este cinco y no he visto persona más buena ni más generosa. Para mí es como un hijo", comenta emocionada la veterana directiva del Lealtad. Para Samuel Baños, el actual entrenador, Josefa también tiene buenas palabras. "¡Meca!, otro fiu buenísimo, me lo como a besos, a él y a todo el cuerpo técnico. ¡Son buenísimos!", exclama.

Josefa está como unas castañuelas con la marcha del equipo, líder con 20 puntos en Tercera. Pero no le hablen de ascenso. "Esto es muy largo y vamos bien, pero no ganaremos a nadie sin bajarnos del autobús. Algún partido vamos a perder", dice. Pura sabiduría del fútbol popular el que atesora la matriarca del Villaviciosa tras 31 años al pié del cañón en Les Caleyes.

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