Hubo un tiempo en que Christian Fernández despuntaba como uno de los mejores laterales zurdos españoles. En sus inicios en el Racing defendía bien y era un tornado que arrasaba por su banda e incluso hacía goles. Ahora, recién cumplidos los 33 años, va camino de poner un triste epílogo a su carrera deportiva. Ya en sus dos primeras temporadas en el Oviedo dejó detalles de un estilo bronco, típico de los defensas en retirada, pero en lo que va de Liga se ha desbocado. No hay partido en el que el futbolista ahora conocido como Bolaño deje su sello. Jugadores de los tres últimos visitantes del Tartiere lo han sentido en sus carnes. A Manuel Sánchez, del Elche, le tumbó de un derechazo al estómago, arriesgándose a un penalti y expulsión. Bailó un zapateado sobre Acuña (Albacete) y repitió con toda la naturalidad del mundo con Brandon. Por no hablar de las disputas aéreas, a menudo con el codo por delante, como lo que le costó la expulsión a Lillo. Todo eso con la impunidad que le permite la ausencia de tecnología en Segunda División, como denunció Jagoba Arrasate. De momento, un sector del oviedismo le ríe las gracias. Quizá no le guste tanto cuando un árbitro afine la vista y su equipo pierda un partido con diez.