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En territorio comanche

La salida del sótano del desencanto

El Sporting necesita dar una alegría a los suyos, hastiados de la mala imagen del proyecto de Torrecilla

La salida del sótano del desencanto

Al sportinguista tipo -y no sólo al gijonés, que la mancha rojiblanca se extiende por toda Asturias y hasta el infinito y más allá, pese a quien pese- se le reconoce por vivir en una montaña rusa emocional que le hace verse en lo más alto cuando se ganan dos partidos seguidos y en el pozo más profundo de la desesperanza cuando las cosas no marchan.

En época de nubarrones como la actual -en el Sporting de las últimas décadas el sótano del desencanto parece tener niveles sin límite- el pesimismo lo impregna todo. En este contexto se juega hoy la primera parte del derbi de la temporada con la mayoría de la tropa tristona, desmotivada y convencida de que está apostando a caballo perdedor.

Esto suele pasar con una afición de la que parte, digamos que la más veterana de la Tribunona -aunque muchos ya no estén tras bajarse en la parada de Capuchinos para siempre-, aún compara lo que hay con lo que vivió gracias a Quini, Ferrero o Joaquín. Luego está esa otra parte, digamos que hablamos de la Mareona, que, por circunstancias biológicas, nació al sportinguismo en Segunda, sufriendo ante "poderosos" con el Ejido, Toledo o Ciudad de Murcia. Con un panorama así -al que hay que añadir bochornosos episodios extradeportivo-financiero-escatológicos- era lógico que la nueva hornada no permitiera ni un atisbo de crítica a los suyos y que dos pases seguidos bien dados levantaran a la gente de la butaca. Y llegaron los dos felices ascensos a Primera con Preciado y Abelardo. Entonces la nueva generación probó el caviar y, claro, pasar del beluga iraní al salchichón de plástico de marca blanca es duro, pero mucho.

De ahí que el nivel de exigencia se haya elevado y todo lo que no sea ser cabeza de ratón, favorito para subir sin despeinarse, sea un fracaso. Entonces, cuando pasa lo que pasa, llegan las peticiones de ejecuciones sumarísimas y de latigazos en la plaza pública. Vamos, como dice Kurtz, el personaje de Marlon Brando en "Apocalypse Now", "arrojad la bomba, exterminarlos a todos". En éstas está el sportinguismo, pero hoy toca derbi. Aunque sea en el fuero interno (y mucho) del más pesimista de los pesimistas, siempre existe un rinconcito en el corazón reservado a la esperanza. A la esperanza de que, por fin, el Sporting haga un partido decente, de que gane fuera, de que alguno de los fichajes de Torrecilla, aunque sea uno, destaque (a ser posible por algo bueno). La esperanza de que un resultado positivo sea el principio de algo -de lo que sea, menos el principio del fin- que sirva para que el Sporting pueda mirar hacia arriba con solvencia y salga de la mediocridad en la que se ha instalado o le han instalado quienes consideran que en el fútbol los sentimientos y el arraigo no cuenta, y que hacen y deshacen equipos como si cambiaran cromos de la "Pandilla Basura" en el patio del colegio.

Es más que probable que el Tartiere no se llene. En la capital tampoco es que anden muy contentos con su equipo, y en Gijón, entre lo que emocionan los de Baraja y lo de tener que "chuparse" media vida en el dispositivo de seguridad que escoltará a los seguidores rojiblancos a Oviedo, no se ven muchas ganas de participar en el paseíllo y mamar frío.

La hora del partido invita, además, a ver el derbi de chigre en chigre. Luego, lo de picar dependerá del resultado: si es malo, habrá quien se enfade, no respire y se vaya a la francesa. Otra opción es ir al cine o quedarse en casa jugando al parchís con la abuela.

Pero como gane el Sporting... Será la primera alegría del sportinguismo este año, bien falto de ellas, por cierto. También servirá para que Baraja y los suyos pasen, por fin, una semana tranquilos. El bálsamo de la victoria vendría también muy bien para que los nuevos comprueben lo agradecida que es la afición rojiblanca y tomen conciencia -si no lo han hecho ya- de dónde están y a quién representan. Os Belenenses y Maccabi de Tel Aviv tendrán historia, pero la del Sporting tiene casi tantos tomos como la Enciclopedia Británica. A Lod, aquejado del virus FIFA al estar disfrutando con Finlandia de la Liga de las Naciones, habrá que explicárselo a base de vídeos en su Whatsapp. También será el primer derbi sin Quini, que allí donde esté andará dándose de cabezazos por las paredes alucinado por lo que está ocurriendo.

Es seguro que tanto El Brujo como los miles de sportinguistas que estarán pendientes del marcador -aunque sea viéndolo de reojo en la tele- aparcarán durante hora y media la frustración del pésimo arranque de temporada del proyecto de Torrecilla. Y si se pierde, la consigna es clara: prietas las filas. Nada de berrear contra el entrenador, que ya habrá tiempo. Nada de mostrar -aunque sean de sobra conocidas- dónde están las heridas de la entidad. Y muchos menos echarles sal delante del rival. Los trapos sucios mejor lavarlos en casa al abrigo de miradas indiscretas.

Pero al final, pase lo que pase, mañana volverá a salir el sol. Eso sí, mejor ver amanecer con tres puntos en el zurrón que hacerlo con los bolsos vacíos, más cerca del descenso y con el de enfrente partiéndose la caja.

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