Ir en una pésima situación en Liga es indiferente. Era un derbi. Se jugaba la hegemonía de Asturias y la afición del Oviedo respondió ante la del Sporting, que tampoco defraudó en el Tartiere. Se sabía de sobra, pero otra vez quedó demostrado que las dos hinchadas principales de Asturias no están hechas para jugar en Segunda. El Oviedo, además, se llevó la gran batalla del derbi y se coronó triunfador en una noche que se cerró con la música de Juego de Tronos en el Tartiere, mezclándose con cánticos de los tiempos del barro ("en Primera o en Tercera yo te quiero Oviedo").

Y eso que decían que el Oviedo-Sporting llegaba descafeinado, esa fue la sensación general de la semana en Oviedo. Sin todas las entradas por vender, parecía que la mala situación deportiva, casi depresiva, de los dos equipos se había contagiado a los aficionados.

Nada más lejos de la realidad. Puede ser que en la capital de Asturias no se viviese tanta ansiedad como el año pasado, pero un derbi siempre es un derbi, y la ciudad bramó apoyando a su equipo. La fiesta empezó desde el mediodía. La calle Gascona fue un reguero de sidras y oviedismo, como casi todo el casco viejo de la ciudad. También la plaza Pedro Miñor y los aledaños, búnker ayer de los hinchas más animosos de la afición. Comida, prederbi, y a seguir calentando motores. El amplio dispositivo de seguridad no impidió ver a hinchas del Oviedo y del Sporting juntos por las calles de Oviedo. Antes del encuentro, la hinchada del Oviedo se movilizó para darle un caluroso recibimiento a los jugadores a su llegada al Tartiere, el autobús del Sporting, como la campaña pasada, llegó al parking del municipal ovetense sin registrarse ningún tipo de incidente.

La salida del bus del Oviedo desde el hotel de Calatrava fue familiar, quizá más calmada que el año pasado. Pero la calma se acabó cuando los jugadores embarcaron, con un Anquela llorando a moco tendido durante varios minutos. Del Calatrava al Tartiere, un reguero de gargantas y bengalas que daban al encuentro un aroma de final. En el encuentro, emoción exacerbada. Cánticos cruzados y hasta ahí. Hubo 23.175 espectadores en el Tartiere, 3.820 menos que en el último derbi.La hinchada azul dio un golpe encima de la mesa tras gol del Sporting que espoleo a los azules, ciertamente dudosos. Ibra, gol de chilena en un derbi, palabras mayores, se llevó la ovación de una noche que conquistó el Oviedo.