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El portero del Siero sufre un corte y su padre le cose en el campo

Ernesto Martínez saltó al terreno de juego para atender a su hijo Kike que se golpeó contra el poste: "Me salió espontáneo"

Ernesto Martínez atiende a su hijo Enrique en el partido contra L'Entregu. L. C. / LNE

Enrique Martínez "Kike", 29 años, es el portero del Siero. El pasado domingo, durante el partido contra L'Entregu, de Tercera División, protagonizó el susto de la jornada. En el minuto 20 no solo no pudo evitar el gol del rival sino que, en la estirada, terminó golpeándose de forma brusca con el poste de la portería. Mientras el equipo entreguín celebraba el tanto, algo iba mal con el cancerbero. No terminaba de recuperarse del golpe. Se quedó tendido en el suelo y sangraba abundantemente por debajo de la barbilla. Como si fuera una película, la situación parecía requerir de la pregunta "¿hay algún médico en la sala?". Y la casualidad fue que sí, que lo había. Era Ernesto Martínez, padre de Kike. Ernesto vio el accidente y rápidamente saltó al terreno de juego en su auxilio.

El portero lo cuenta así: "Era una contra de L'Entregu. Yo me tiro a parar el balón y veo el palo muy cerca. Intento evitarlo, pero no pudo. Siento mucho dolor y pienso que me he roto la mandíbula. Cuando me doy cuenta, mi padre estaba allí atendiéndome". La visión del doctor es parecida: "Desde la grada parece que no es nada. Pero cuando ves que no se mueve sí que te asustas porque está la carga emocional de que es tu hijo. Pedí permiso al árbitro para entrar y fui a atenderle".

Afortunadamente, todo quedó en un susto. Eso sí, por el corte y la hemorragia, casi a la altura de la garganta, Kike no pudo terminar el partido. Posteriormente, el portero necesitó de cinco puntos de sutura. Fue su propio padre el que en el vestuario del Siero le cosió. "Se acercó al centro de salud a por los utensilios porque en el campo no había. Nos metimos en la caseta y Jorge Valiente, un compañero del equipo, nos echó una mano alumbrando con la linterna del teléfono", relata el meta.

Ernesto, que es un hombre de ciencias, le resta importancia. "Al principio sí que te asustas, pero una vez que hablas con él te das cuenta de que está consciente y que te pregunta qué ha pasado, entiendes que no es para tanto. Todo quedó en un susto", relata el facultativo. El caso es que, influido por el juramento hipocrático, ese dictado ético que obliga a los médicos a hacer ejercicio de su profesión, Ernesto sale en auxilio siempre que se le requiere. "Me sale espontáneo, no solo con los jugadores del Siero, sino con el rival, si me necesitan, trato de ayudar", explica.

Ernesto Martínez es un habitual de los partidos de su hijo desde categorías inferiores. Y el susto del pasado domingo no es el primero que le da el portero al bueno de su padre. Durante su etapa en el Cudillero, en una salida, un rival se dejó el codo olvidado en la cara de Kike. "Sufrió un traumatismo craneoencefálico y perdió el conocimiento. Aquello sí que fue más serio, te da más tensión. Además, la gente se puede asustar y si no eres profesional puedes hacer alguna maniobra incorrecta y aunque intentes ayudar, complicas más la situación", asegura el facultativo, que trabajó en Urgencias en el Hospital de Cabueñes y es médico de familia en centro de salud de La Calzada, en Gijón. Mientras, los fines de semana, con él, siempre hay un médico en la grada.

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