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River-Boca a la asturiana

Hinchas de los dos equipos residentes en Asturias viajarán mañana juntos en coche a la final de Madrid: "Si pierdo, vuelvo en el maletero"

Echando un pulso. L. C.

A sus 44 años, el argentino Maximiliano Steinfeld es incondicional de Boca Juniors de nacimiento. Vive en Oviedo desde 1998, con su papá, Enrique, y su hermana Elizabeth, también de Boca. Todos los años, Maxi saca su abono y el año que viene será socio vitalicio del club xeneize. Verá la gran final de la Copa Libertadores entre River Plate y su equipo (2-2 en la ida) en el Santiago Bernabéu. Irá mañana a Madrid con su padre, y según termine el partido, tendrá que regresar rápido a Asturias porque entra a trabajar esa misma madrugada a las seis de la mañana. Pero en el coche familiar, una de las plazas está reservada para otro argentino, Abel Álvarez, que es de River Plate a más no poder. La familia Steinfeld y Abel forman parte de un grupo de argentinos, del que también es integrante José Luis Martínez el "Pibe" hincha de los Millonarios, afincado hace tres décadas en Asturias, donde es conocido por su pasado como presidente de la Federación regional de automovilismo. Y aunque cada uno anima a su equipo, los cinco coinciden: "Es una vergüenza que el partido se tenga que jugar acá en España. Hay intereses ocultos".

Los cinco amigos se reúnen en una mesa del bar La Biela, en el barrio de La Monxina en Oviedo, que se llama así en honor a un bar mítico del barrio de La Recoleta en Buenos Aires. Lo fundó uno de los hijos del local argentino. Quedan allí con asiduidad para ver los partidos de la Albiceleste. El viaje a Madrid lo tienen claro. Salen a las nueve de la mañana rumbo a la capital de España, el mismo día del partido. Cuando lleguen, Abel se irá a la plaza de Cuzco, donde está la zona de aficionados de River, mientras que padre e hijo se personarán en Nuevos Ministerios junto a los hinchas de Boca.

Las dudas son más grandes a la vuelta. "Como perdamos, Abel vuelve en el maletero", bromea Enrique Steinfeld, vestido con la camiseta de Boca. "Si gana River, busco trabajo en Madrid", le sigue en la chanza su padre. "Si nos llevamos la final, iré a Sol a celebrarlo. A la vuelta aquí a Oviedo, me cogeré el coche e iré a la Plaza de América a pitar con el coche yo solo para que todo el mundo sepa que ganó River", afirma Abel, cuyas raíces asturianas se asientan en Cangas de Narcea.

Como buen hincha del club de la franja roja comparte la opinión de su presidente Rodolfo D'Onofrio, quien afirmó esta semana que a sus aficionados "se le había robado la oportunidad de vivir su final en su campo". Esa idea la suscribe también José Luis Martínez, el único de los cinco que nació en Asturias, en concreto en Santianes, una localidad del concejo de Oviedo. Rápidamente, como si fuera un expeditivo central, les sale al cruce Maxi Steinfeld. "River montó el quilombo y se tienen que jorobar".

Aunque tienen sus discrepancias a la hora de señalar culpables en los incidentes del pasado 24 de noviembre que motivaron la suspensión del partido de vuelta de la final, los cinco argentinos coinciden en una cosa: la ironía de que una competición cuyo nombre quiere homenajear a los libertadores de Sudamérica se juegue en España. "Me alegro por la gente de acá, pero es una vergüenza. La seguridad no estuvo bien organizada y no sabemos por qué. Ni que fuera la primera vez que se iba a jugar este partido. Es un sin sentido que una final sudamericana se tenga que jugar en Europa", añade Elizabeth Steinfeld, ataviada con la camiseta de Boca y con unos pendientes con el escudo xeneize adornando sus orejas. "Hay intereses ocultos. "Ganan todas las partes, menos los aficionados", concreta el grupo al unísono.

Abel y la familia Steinfeld se conocen desde sus años en Argentina. Coincidían en el Centro Asturiano de Buenos Aires. Abel es de River por su hermana. "Lo normal es que los gallegos al llegar allá se hicieran de San Lorenzo o de Independiente. Eran los clubes de los españoles, pero ella no", cuenta un buen conocedor del fútbol de su país y los cambios que ha experimentado.

"Antes también era peligroso. He visto cargas policiales, con los caballos subiendo por las gradas, pero también noto que antes había más respeto entre las aficiones. Ahora, todo ha cambiado. Las Barras Bravas se han politizado y hacen negocio con la venta de drogas y la reventa de entradas. Si a eso le sumas los problemas sociales de Argentina, el resultado es un cóctel explosivo", cuenta.

Unos minutos después de decir eso, muestra su teléfono móvil en el que guarda su boleto para entrar en el estadio del Real Madrid para ver el partido. En él se deja claro que no se permite imprimir en papel esa entrada, precisamente para evitar que ese ticket pueda cambiar de manos.

Abel tiene muchas locuras hechas por su equipo. "Con 15 años, vi a River campeón de Argentina. Estuve tres días de fiesta", explica. Maxi Steinfeld también ha hecho varias machadas para estar cerca de su Boca. "Fui a un partido en Córdoba, contra Belgrano. Tuve que irme a falta de diez minutos porque no llegaba a trabajar. Justo cuando salía del campo, marcaron los dos goles. Hice 800 kilómetros y me perdí los goles. Mi padre me llamó pelotudo", dice mientras sonríe. La última locura será bajar a Madrid, con su papá y un hincha de River como Abel, para ver la final de todos los tiempos y regresar a contrarreloj para ir a trabajar, en lo que puede ser el mejor, o el peor, día de toda su vida, dependiendo de lo que pase en los noventa minutos de fútbol más trascendentes de su vida y de las de sus cuatro amigos.

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