Los goles de Cazorla empezaron a torcer un inicio de año en el que el Madrid quería presumir con la escarapela de campeón del mundo. El pasillo de los jugadores del Villarreal, el jueves, y la ofrenda de Sergio Ramos del trofeo a la afición ayer fueron los únicos momentos de gozo del madridismo en una semana que tendrá consecuencias. A Solari se le apagó de repente el fuego sagrado de sus primeros partidos y ahora ya se le discute tanto en el banquillo como en la sala de prensa. Vuelve a ser el turno de Florentino Pérez, al que cada vez se lo pone más cara de 2006, cuando pegó la espantada lamentándose por haber "malcriado" a sus estrellas. La historia se repite.