Da la impresión de que la Liga de Fútbol Profesional estiró la cuerda todo lo posible para que la burbuja del Reus explotara justo al final de la primera vuelta para evitar agravios comparativos en la Segunda División. Por ahí, nada que decir, pero detrás del "crack" del equipo catalán se esconde un fracaso mucho mayor, el de un organismo que no supo detectar a tiempo, ni solucionar después, un problema grave en una competición supuestamente tan fiscalizada. Desde la llegada de Javier Tebas se habían producido descensos de despacho por impagos, pero nunca en la historia de las categorías profesionales un equipo se había bajado en marcha. En la pretemporada había indicios suficientes de que el Reus no iba a poder aguantar el tirón, pero se le permitió saltar al campo en unas condiciones muy precarias. Y con la certeza de que Joan Oliver, el máximo accionista de la sociedad anónima, tenía unos antecedentes como para echarse a temblar. Ojalá que todo esto sirva de lección para evitar desastres parecidos en el futuro.
