"La ley tiene que ser clara para el que la lee, no para el que la escribe". Así, con esa sencillez y sentido común que le caracteriza, resumió Ernesto Valverde el "caso Chumi", un enredo de despacho que dio mucho más juego que la propia eliminatoria de Copa entre el Barcelona y el Levante. Todo empieza por dos artículos contradictorios del Reglamento General y Código Disciplinario de la Federación Española de Fútbol. Mientras que el 56.3 señala que un futbolista sancionado no podrá intervenir con ningún equipo del club hasta que lo cumpla en la categoría en la que cometió su infracción, una circular del pasado noviembre precisaba que "las sanciones de carácter leve" -como el caso de Chumi-, "se cumplirán en las competiciones en las que el infractor se encuentra haciendo uso de una determinada licencia". A eso se agarra el Barcelona, aunque vistos los precedentes fue una temeridad de sus responsables alinear al defensa del filial. Aunque la juez única de competición no entró en el fondo del asunto -la alineación indebida-, este episodio debería servir para clarificar las leyes y que la competición no dependa de la diligencia de los servicios jurídicos del club perjudicado.