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Una semana de pasada

Los goles en propia puerta de los estafados

El 27 de septiembre de 2013, Leo Messi hizo el paseíllo hacia los Juzgados de Gavá respondiendo a los aplausos de sus incondicionales, como si hubiera marcado un gol o dado una de sus muchas asistencias con el Barça. El pasado martes ocurrió lo mismo ante la Audiencia Provincial de Madrid, donde Cristiano Ronaldo firmó autógrafos y camisetas como en sus mejores tiempos en el Santiago Bernabéu. Es decir, los dos mejores futbolistas de la última década recibían mimos de las personas a las que habían robado. Porque eso es, ni más ni menos, lo que hacen los grandes defraudadores a Hacienda cuando se niegan a compartir una parte de sus supersónicos ingresos con la comunidad que les acoge y que, en mayor o menor medida, les ayuda a alcanzar su condición de multimillonarios. Cuando se jalea a Messi y a Ronaldo -como a otros deportistas, artistas o músicos que parecen tener bula por sus evidentes virtudes profesionales y popularidad-, la gente se está colando un gol en propia puerta por toda la escuadra. Y establece una preocupante diferencia con otros colectivos, con los políticos a la cabeza, para los que no hay ninguna condescendencia. El elogio a profesionales de éxito no tendría que estar reñido con la exigencia del cumplimiento de sus deberes como ciudadanos. Porque, de lo contrario, la trampa no sólo les sale barata económicamente, sino que el calor popular anima a otros posibles imitadores.

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