El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) propone dos acepciones para la palabra deporte: "1. Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. 2. Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre". Según esto podría entenderse que el Comité Olímpico Internacional (COI) haya aceptado la inclusión del breakdance en el programa de los Juegos de París 2014, por mucho que choque así, de primeras. De nuevo según la RAE, el break dance (así, separado) es un "baile estadounidense caracterizado por movimientos y giros rápidos que a veces se ejecutan apoyando en el suelo la cabeza o la espalda". Por lo visto, los dirigentes olímpicos pretenden, con decisiones como ésta, "conectar con una cultura urbana y joven". Vale, lo de siempre, todo por la pasta. No tendría mayor importancia si tan exótica entrada no supusiera la exclusión de otras indudablemente deportivas y practicadas de forma masiva en todo el mundo, como el kárate, el principal damnificado. El kárate tardó un siglo en ser aceptado en la gran fiesta del deporte y vuelven a enseñarle la puerta de salida incluso antes de debutatr en Tokio. La sumisión del espíritu olímpico a los intereses económicos, encabezados por las televisiones, tiene un límite.