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Estrellas en rebeldía

Los feos de Bale y Kepa con compañeros y técnicos muestran cómo los futbolistas se han convertido en entes intocables

Bale se quita de encima a Lucas Vázquez tras marcar. E. P.

La desobediencia civil ha llegado al fútbol. Al menos este fin de semana. La negativa de Kepa -el portero vasco del Chelsea de los 80 millones- a ser sustituido en la final de la Copa de la Liga inglesa ante el City de Guardiola, y las escenitas de cabreo (dejar el calentamiento sin permiso o quitarse de encima de malas maneras a Lucas Vázquez en la celebración de su gol) del madridista Bale, muestran cómo hay algunos miembros de la aristocracia futbolística que se creen -y les han hecho creer- entes intocables que pueden hacer y deshacer, entrar y salir, a su antojo.

Lo de Bale es el remate a un larga estancia en el Madrid en la que nunca ha acabado de aclimatarse, sobre todo fuera del campo. El llamado a ser el relevo de CR7 -ojito que ya tiene 29 años- lo único que ha hecho es cubrir el hueco de las pataletas dejada por la princesita de Madeira. Aunque es cierto que en el campo ha "hablado" marcando goles en momentos vitales para el club blanco. Pero sorprenderse de que un futbolista británico no se aclimate al "spanish way of life" es caer en la incredulidad. ¿Cuántos jugadores de las islas llegados al fútbol español lo han logrado? Se cuentan con los dedos de una mano. Lo único que parece que Bale echaría de menos si se va de España sería el clima que le permite dar rienda suelta a su pasión: el golf. Precisamente es el golf y su poca implicación a la hora de soltarse con el idioma, lo que cuentan que está en la raíz del mosqueo del galés con el mundo. Anda con los cables cruzados por culpa de Marcelo, que dijo que con Bale hay que comunicarse por señas, y por culpa de Courtois, quien aseguró que en el vestuario el llaman el golfista por su amor por el deporte del palo y la pelotita. Y encima cuando le dan días libres los fisios y demás recuperadores para jugar, Solari no lo pone.

Luego está el "viaje" inverso, el del español Kepa en la Liga inglesa. Andan los puristas de la Premier pidiendo la cabeza del futbolista, que se hizo el sueco cuando Sarri, que se supone que es el que manda en lo de quitar y poner desde el banquillo del Chelsea, quiso sustituirlo de cara a la tanda de penaltis de la final ante el City al creer que estaba lesionado y para probar fortuna con Willy Caballero, con una buena estadística en eso de detener penas máximas.

La situación, a la que ahora quieren restar importancia desde el club de Abramóvich, fue esperpéntica. El reglamento recoge que el árbitro no puede obligar a un futbolista a obedecer a su entrenador. Se supone que esto, la obediencia al jefe en busca del bien del clan, viene de serie. Pero Kepa debió sufrir un cortocircuito en el ordenador central. Eso, o que el vasco se siente intocable ya que el Chelsea ha sido castigado sin fichar hasta el verano de 2020. Así es más fácil ser una estrella en rebeldía.

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