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El Tartiere mete el primero

El Oviedo se entrena ante 2.000 seguidores, que pintan de cánticos y colorido el último ensayo antes del derbi

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Los oviedistas apoyana a su equipo antes del derbi

Justo antes del derbi del año pasado, el primero, el de El Molinón, tuvo lugar en el vestuario del Tartiere una de las broncas más recordadas de Anquela. Por el momento, más que nada. El Oviedo acababa de entrenarse en el municipal ovetense ante 2.000 fieles y el jienense les vino a decir a sus futbolistas que si no hubiera habido tanta gente en las gradas hubiera suspendido la sesión. La reprimenda quedó olvidada con la buena imagen del derbi. Ahora, antes de regresar a Gijón, el Oviedo ha repetido guión, otra vez con un par de millares de aficionados en la grada. Con similares cánticos y bengalas. Esta vez, Anquela parecía satisfecho con lo que había visto sobre el césped. De lo que habrá dicho a sus pupilos de puerta hacia dentro se queda como secreto de vestuario.

El Oviedo repite fórmula entre otras cosas porque la última vez le salió bien la jugada. Y si hay algo que se mantiene respecto al anterior derbi de El Molinón es la sensación de que el Oviedo maneja como ninguno lo emocional. "Jugamos por un sentimiento", dijo Anquela a modo de lema en la previa.

Y ese sentimiento es el que se expresó ayer a eso de las 10.45 horas cuando los veinte futbolistas a las órdenes de Anquela (faltaba el lesionado Omar Ramos y estaba el central del Vetusta Ugarte) saltaron al terreno de juego. No por esperada, la escena deja de impresionar. El fondo norte es un estruendo, los futbolistas miran concentrados, Anquela hace gestos de incredulidad y la grada es una fiesta. Las consignas contra el eterno rival no faltan. Los derbis en Oviedo se juegan desde algunos días antes.

El entrenamiento en sí no tuvo mucha chicha. Una sesión típica del día antes de un partido. Anquela ordenó unos rondos para completar el calentamiento. Después, ejercicios de finalización. Buen momento para que los porteros lucieran reflejos. La sesión, de poco menos de 90 minutos, acabó con un partidillo en espacios reducidos.

Acabado el partidillo y tras la pertinente sesión de faltas y penaltis (la efectividad de Christian es indiscutible), los futbolistas se acercaron a unas cajas repletas de balones y los repartieron entre los asistentes. Para entonces, la afición ya estaba entregada. Nuevos cánticos con olor a derbi, consignas de guerra y un paseíllo final. Para terminar, un cántico al unísono. El "¡a por ellos!" de las grandes citas.

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