El futbolista antes conocido como Christian Fernández exigió tras el derbi, con ese estilo autoritario tan suyo en el césped como en la zona mixta, que los periodistas contasen la verdad sobre lo ocurrido en El Molinón. Atendiendo a su petición, vamos allá. La verdad es que el partido, como era de suponer por la trayectoria de los equipos y el historial de la rivalidad, fue de lo más mediocre. El Sporting ganó justamente porque se empleó con más decisión, tuvo las mejores oportunidades y aprovechó una acción en la que se juntó la inspiración de Álex Alegría con la torpeza de Bolaño. Las dos directivas estuvieron al nivel de sus equipos, o incluso peor, con unos comunicados públicos lamentables. Al oportunista del Oviedo replicó el Sporting con otro un pelín faltoso y sin otro argumento que el "y tú más". Y finalmente, para cumplir las órdenes de Christian Fernández, la verdad es que el arbitraje de Díaz de Mera fue casero, más o menos en la línea del de Trujillo Suárez en el Tartiere en la primera vuelta. Pero acertó en las dos jugadas fundamentales: Bolaño cometió falta sobre Álex Alegría dentro del área e Ibrahima le arreó un patadón a Peybernes antes de lograr el gol del empate que nunca fue. A mandar.