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Santi Cazorla, el espejo de un joven toledano para superar un grave tumor cerebral

"A él le dijeron que no iba a volver a andar y a mí que no iba a vivir, y aquí estamos los dos", dice Santi Lara

Santi Cazorla, el espejo de un joven toledano para superar un grave tumor cerebral

Hace tres años Santi Cazorla (Lugo. Lo que comenzó con una operación de rodilla, acabó con ocho intervenciones en un año y otros 8 centímetros menos en el tendón de Aquiles. Un médico, incluso, le llegó a decir que si volvía a lograr andar se diera por contento; volver a jugar al fútbol, en cambio, parecía imposible. Hoy, Cazorla, 34 años, es el futbolista clave en el Villarreal, en Primera División, tras estar casi dos años parado.

No sólo volvió a andar; regresó, sobre todo, a brillar con luz propia en un terreno de juego, su lugar natural. Cazorla, que colecciona ovaciones en casi cada estadio que visita con el Villarreal, es, para muchos, un ejemplo de superación en la vida y en el deporte. Lo es, especialmente, para otro Santi, de apellido, Lara (Miguel Esteban, Toledo, 1996), fan incondicional del Villarreal, que con las cartas sobre la mesa lo tenía mucho más complicado que Cazorla. En 2015 le diagnosticaron un tumor cerebral y, aunque la operación en principio fue un éxito, su posterior complicación por culpa de varias infecciones y una hidrocefalia (acumulación de líquido en el cerebro) provocó que Santi y sus padres, María Eugenia y Manuel, comenzaran un calvario de casi dos años en tres hospitales distintos de Madrid. "Llegó a estar en estado vegetal, estuvo más de un año sin casi poder mover un músculo. Ni los propios médicos entendieron por qué llegó a empeorar tanto, y luego, casi de repente, a mejorar", explica en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA María Eugenia Ramírez, la madre del joven.

Santi escucha atentamente cómo su madre cuenta su historia e interviene cuando lo cree oportuno para hacer alguna puntualización. Se le entiende casi sin problema pese a tener afectado el habla. No puede, de momento, mover el brazo izquierdo, y camina con dificultad, ayudado con una muleta.

Su estado actual, fuera de peligro e inmerso en la rehabilitación, es un éxito total para un joven al que muchos médicos no le vieron solución. "Decían que no iba a sobrevivir". Y la figura de Cazorla, su lucha ante las dificultades médicas para volver a jugar al fútbol, ha tenido mucho que ver en la lenta recuperación de Santi: fue, según sus palabras, su inspiración para vivir: "Soy del Villarreal por casualidad, mis padres tienen una casa en Burriana y siempre me llamó la atención el equipo. En 2012 vi todos los partidos cuando estaban en Segunda División. Cazorla, con todo lo que he vivido desde el tumor, ha sido mi referente absoluto. Tuvo una lesión y los médicos les dijeron que no volvería a andar; a mí me dijeron que no volvería a vivir. Se que lo que cuento es complicado, pero así es. Me agarré a su historia para seguir adelante. Al final aquí estamos los dos: yo vivo, caminando con una muleta, y él jugando al fútbol", explica con total naturalidad el joven, que todavía no conoce a su ídolo, "me encantaría contarle todo esto a él en persona, creo que en cierto modo se vería identificado", apunta Lara.

"Ahora soy feliz, lo que he pasado me ha enseñado a vivir. Valoro la vida y lo que significan las pequeñas cosas. Sigo aquí gracias a mis padres, que se dejaron la vida por mi recuperación", explica Santi, que está escribiendo un libro de su experiencia. Tiene ya 62 páginas y, si logra beneficios cuando lo publique, se los cederá a una amiga, Sara, con graves problemas de salud y que conoció en su etapa en el hospital.

Su madre rememora todo el proceso y cómo a partir de una calurosa noche del septiembre cambió la vida de toda una familia. Lara, hijo único, cursaba segundo en Química en la Complutense de Madrid y vivía la etapa universitaria de un joven de 20 años que cambia un pueblo de apenas 5.000 habitantes por la capital de España. "Era muy juerguista, salía casi todos los jueves, aunque nosotros ni lo sabíamos. Estudiaba bien y nunca tuvo problemas para aprobar", dice su madre.

Una noche de fiesta en una discoteca de Madrid, el día 27, recibió un fuerte codazo en la cabeza y se empezó a encontrar realmente mal: fuertes mareos, llegó a experimentar, incluso, problemas de visión. El malestar general, en realidad, ya le venía de tiempo atrás, jaquecas constantes y pérdida de peso en los últimos meses, aunque ni él ni sus padres le habían dado importancia excesiva. Esta vez sí, porque el dolor no persistía. Llevaron a Santi a urgencias al hospital La Milagrosa y, aunque los médicos no le dieron importancia al golpe, el escáner determinó algo más: el fatídico tumor cerebral. Comenzaba una lucha de la que su madre recuerda un curioso capitulo. "En la UCI le intentaba estimular con varias fórmulas, le dábamos masajes o le poníamos música. Yo sabía que mi hijo estaba ahí, que me escuchaba. Cuando jugaba el Villarreal le poníamos el partido en una tablet, la movíamos de lado a lado y él seguía el movimiento con los ojos. Los médicos se extrañaban, decían que no era normal. Mi hijo, gracias a Dios, vive. Está contento, nada deprimido pese a haber estado sin movilidad casi dos años. Tiene ganas de vivir", explica. La enfermedad ha cambiado la vida de Santi, y también, en cierto modo, su personalidad y su visión de las cosas: "Estudié Química sin pensarlo mucho. Busqué en Google las carreras con más salidas y me salió esa. Ahora quiero estudiar otra cosa, algo que me permita ayudar a los demás. Pienso en Trabajo Social o Psicología", explica Santi, que ya le corroen los nervios horas antes del partido contra el Betis: "Decirlo parece increíble, pero en todo este tiempo en hospitales no se me cayó una lágrima. Con el Villarreal en Segunda, en cambio, lloré como una magdalena".

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