Desde la perspectiva mexicana, la destitución de Juan Antonio Anquela es irreprochable: el Oviedo tiene que subir a Primera sí o sí y el técnico jienense iba camino de su segundo fiasco. Otra cosa es si desde el otro lado del Atlántico tienen una vara de medir adecuada de la Segunda División española. Lo que dicen los números es que, en su primera temporada, Anquela dejó al Oviedo séptimo, empatado a puntos con el último equipo que disputó el play-off, el Numancia. Y que hace una semana, cuando quedaban 21 puntos en disputa, estaba a cinco de los puestos con premio en la temporada más exigente de los últimos años en la categoría de plata. A Anquela se le podrán reprochar muchas cosas, pero no el haberse dejado ir porque el Oviedo ha sido un equipo competitivo. En cualquier caso -y a diferencia de lo ocurrido hace tres años tras la espantada de Egea- lo más positivo de la decisión de Arturo Elías es haber elegido como sustituto a un buen conocedor de la institución y que cuenta con el favor mayoritario de la hinchada. De momento, en Almería se hizo bueno el dicho que bendice los cambios en el banquillo. Ahora habrá que esperar al desenlace para pedirle cuentas a Arturo Elías como director deportivo. Y a partir de ahí, entre otras cosas, definir las funciones de Michu, que no ha tardado mucho en comprobar que el que manda, manda. Aunque sea con un mando a distancia.