En el deporte, incluso en el de alta competición, ¿solo cuenta el resultado final o también importa el camino? Porque si la respuesta elegida es la primera, la temporada del Oviedo Baloncesto invita a la depresión. Sin embargo, como recalcaba el entrenador oviedista, Javi Rodríguez, tras caer en Orense, nadie podrá quitar a los seguidores azules el puñado de sábados de fiesta en Pumarín durante casi nueve meses. El Oviedo ha ganado mucho, 22 partidos -su tope en la LEB Oro- y, sobre todo, ha transmitido la sensación de ser un equipo fresco, alegre y competitivo. Acabó cuarto en la liga regular, la que mejor refleja el trabajo y la calidad de un grupo, pese a que tuvo que afrontar desde la pretemporada un reguero de contrariedades, por las lesiones de jugadores destinados a ser básicos para el equipo. Por eso duele el desenlace, porque este proyecto se merecía la púrpura de una final a 4, pero la decepción no debería desviar a los dirigentes del camino marcado. Sin una instalación adecuada, sin apoyo institucional, ni un patrocinio que permita un gran salto económico, la ACB sigue siendo una quimera. Así que paso a paso y, a partir de septiembre, otra vez a disfrutar del baloncesto.