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Culé Moyáu

El rincón de pensar

Los hechos son tozudos. Dicen que esta temporada hemos vivido una especie de Big Bang del fútbol femenino, con estadios llenos (de vez en cuando), atención televisiva y minutos de calidad en la información de la Liga femenina. Y todo eso es cierto. Pero el Barça femenino jugó el pasado sábado la final de la Liga de Campeones con el Olimpique de Lyon y los que nos sentamos en el sofá a ver el partido en Gol siguiendo el ritual del buen aficionado nos encontramos no solo con que el canal deportivo en abierto no ofreció los "prolegómenos" (me encanta esta palabra), sino que emitió los primeros diez minutos en un recuadrito en el ángulo inferior derecho de la pantalla mientras el resto del espacio, y de la atención, se lo llevaba el final del partido Sevilla-Athletic. Esos son los hechos. Diez minutos de una final de la Liga de Campeones femenina no pueden competir con diez minutos de un partido masculino de la Liga. Como esos tipos que cuando se sientan en el autobús abren las piernas ocupando su espacio y el de su compañero de viaje, el fútbol masculino se repantiga en las cadenas televisivas y reduce a toda una final de Liga de Campeones a un recuadro en un ángulo de la pantalla del televisor.

Hasta Tony Soprano, que reconocía no entender de ética, sabía que había normas. No hablemos de ética televisiva, no comparemos el brutal impacto de una final de la Liga de Campeones masculina con una final femenina, ni siquiera pensemos que estamos muy lejos de que la deliciosa película "Quiero ser como Beckham" pueda titularse "Quiero ser como Hegerberg" (la jugadora del Lyon marcó tres goles en media hora). Hablemos de normas, de esas normas que entiende hasta un mafioso de Nueva Jersey como Tony Soprano. Una final de la Liga de Campeones femenina merece al menos tanta atención como un partido masculino de Liga. No es una norma descabellada, como las leyes del nuevo dictador de la república de San Marcos en la película "Bananas", de Woody Allen, que ordena que todos los ciudadanos deben cambiarse la ropa interior cada hora y media y para comprobarlo la ropa interior deberá llevarse por fuera y que a partir de ese momento el idioma oficial será el sueco. Es una norma muy sencilla: no reduzcas a un recuadro una final de la Liga de Campeones femenina. ¿Qué tal dividir la pantalla como si fuera una película de los años 70? ¿O conectar en directo con el Ferencvaros Stadium en el comienzo del partido Barça-Lyon y mandar un ratito al Sevilla-Athletic a un rincón de la pantalla? ¿O, al menos, que los comentaristas de Gol hicieran alguna referencia a lo que estaba ocurriendo en la final de la Liga de Campeones femenina?

Gol envió los primeros minutos de la final de la Liga de Campeones femenina al rincón de pensar. Los hechos son muy, muy, muy, muy tozudos.

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