A un pequeño barrio, situado en los confines del área urbana de Gijón, lindando al este de la ciudad con la zona rural de Somió, le costó pegar ojo anoche: había celebración en su plazoleta, conocida como el Campu. La Guía estaba de enhorabuena. Su equipo, fundado hace poco menos de diez años por un un grupo de amigos vinculados, de una u otra forma, directa o indirectamente, al barrio, ascendió por primera vez a Regional Preferente. Un milagro de esos que da el fútbol modesto y con el que, de paso, se ha descubierto una afición que desborda pasión.

La misma con la que se celebró el ascenso ayer en La Guía, después de certificar el éxito tras perder 2-3 ante el Podes, un resultado suficiente tras la victoria por 1-4 en la ida en tierras gozoniegas. La afición, que dio colorido y gran ambiente en uno de los fondos del campo de Braña Sur, se trasladó después hasta el barrio que da nombre al club y, en versión modesta, no faltó de nada: cena de jugadores con afición, salida al balcón de alguno de los protagonistas, bengalas, petardos y hasta fuegos artificiales.

Quizás no se imaginasen nunca que podían alcanzar esta meta, cuando decidieron tomar las riendas del Norte Astur, un club en serio peligro, para refundarlo y vincularlo a La Guía. No tienen campo y se ven obligados a jugar, desterrados, en el lejano barrio de Nuevo Roces, con los costes que conlleva el alquiler de las instalaciones: varios miles de euros de gastos fijos, un dinero que tienen que buscar hasta debajo de las piedras.

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Ascenso del Racing de La Guía

Son un grupo de amigos que dedican su tiempo y esfuerzo a un club que, de paso, ha inyectado alegría a un barrio. Y como amigos, a los que cada vez se une más gente, celebraron ayer el ascenso. La Guía retumbó casi como si estuviera en la fiestas de su patrona.