Desde que la ovetense Toña Is abrió la puerta, allá por octubre de 2015, sólo otra mujer cruzó el umbral. Se trata de Montse Tomé Su figura como segunda entrenadora sigue resultando atípica. Así lo dicta la tradición en el fútbol.

Sigue buscando la mujer su espacio en los banquillos; ya sea en clubes -María Pry, Carolina Miranda e Irene Ferreras fueron minoría esta temporada en una liga de 16 equipos- o en la propia federación. Sobran, en ambos casos, dedos de una mano para advertir la presencia femenina. Montse Tomé es la excepción en el cuerpo técnico de la selección absoluta en este Mundial de Francia. Kenio Gonzalo, Carlos Sánchez, Javier López Vallejo y Javier Egido completan el núcleo de confianza del entrenador español. "Yo llevo aquí un año y medio", indica Montse Tomé en una entrevista a EFE.

"Me saqué el título y empecé en la elite. No conocía a Jorge, pero me llamó por teléfono y me propuso ser su ayudante. A veces pensamos que el primer y el segundo entrenador tienen mucha confianza, pero yo pensé: ¿y si no congeniamos?", rememora. Aceptar la proposición implicaba, en su caso, un cambio de vida. Dejar Oviedo. Recorrer 450 kilómetros. Asentarse en Madrid. "Lo tuve claro", aclara. Dijo que sí.

De Jorge Vilda destaca su ambición -"tiene mucha", asegura- y su carácter: "Transmite fuerza al grupo y la palabra 'ganar' está en cada uno de los discursos que hace. Esa ambición está acompañada de un buen trabajo. Ganar es la consecuencia, pero el medio es un camino estructurado y marcado. Lo que da éxito es el trabajo diario y partirte la cara pensando en cómo mejorar a nuestras futbolistas".

Montse Tomé aparece habitualmente en el campo de entrenamiento con su carpeta. Coloca los conos y las barreras. Participa del rondo. Departe con sus compañeros. Arenga a las internacionales. También acompaña a Jorge Vilda a las ruedas de prensa. "Ahora me estoy dando cuenta del trabajo que hay realmente detrás de todo esto", advierte.

Como jugadora contemplaba solo una cara del poliedro: "Cuando eres futbolista, la visión es hacia ti. Cuando eres entrenadora, tienes que pensar en 23 futbolistas y en ayudar a Jorge, a nuestro preparador físico, al cuerpo técnico... La parte técnica tiene mucho de empatía, de intentar ver qué necesita otra persona. Cuando eres futbolista, en cambio, te ocupas de ti. Termina el entrenamiento y termina todo. Cuando eres entrenadora tienes que pensar por más. Ya estás preparando el siguiente entrenamiento, haces un 'feedback' de lo que ha pasado, piensas qué puedes cambiar, qué no ha ido bien... En este trabajo, estás 24 horas pensando qué puedes hacer".

A Montse Tomé esa exigencia le exige. "La puedo asumir y me hace ser mejor. Eso es lo que me planteo: seguir mejorando, seguir ayudando a nuestro seleccionador, a nuestro cuerpo técnico y a nuestras futbolistas". Con ellas tiene un canal directo, el de su propia experiencia. "Yo como jugadora no llegué a jugar un evento de esta importancia", puntualiza, "pero puedo saber cómo piensa una futbolista en determinados momentos".

De sus tiempos como internacional -disputó 5 partidos-, Montse Tomé habla con "orgullo". "El fútbol femenino a día de hoy ha cambiado mucho. Desde que yo jugaba a ahora hay un cambio especial. Es bonito. Algunas jugadoras que están en la selección son excompañeras mías y me siento orgullosa de que puedan disfrutar de este Mundial, que para ellas es importante, con más recursos".

A la actual generación que ahora capitanea Marta Torrejón atribuye la conquista del profesionalismo; a la suya, haber abierto un camino que "transmite pasión y ganas". "En otra época, las jugadoras no tenían recursos. Aún así, seguían jugando al fútbol porque lo amaban. A raíz de ese trabajo y de haber conseguido éxitos, estas futbolistas pueden dedicarse más profesionalmente a esto. Yo tuve la suerte de poder ser profesional durante 5 años y no pensaba en si era mi trabajo o no. Lo hacía porque me gustaba esto y dedicarme a ello era un privilegio", subraya.

Después, se dejó guiar por su "vena de profesora y de maestra". De hecho, estudió Magisterio antes de formarse como entrenadora. "Cuando era pequeña, yo jugaba a enseñar a los demás. Me gustaba esa faceta de aportar lo que sabía a mis amigos, a mis hermanos o a la gente que tenía cerca. Me llamaba la atención poder dirigir a las niñas y enseñarles lo que yo sabía como futbolista. A mí me gustaba entender el juego. Cuando mis entrenadores me mandaban algún ejercicio, siempre preguntaba por qué lo hacíamos. Esa inquietud la he tenido siempre. Sí pensaba que podría ser entrenadora, pero no creía que el fútbol femenino pegaría un cambio tan grande como para poder vivir de eso", revela. Lo hace desde hace año y medio. Desde el día que sonó su teléfono. Era Jorge Vilda: "¿Quieres ser mi ayudante técnica?".