A veces pasa, sobre todo en deportes como el fútbol que está expuesto a todo tipo de condicionantes. El Lealtad, después de una temporada fantástica, en la que se convirtió en el único equipo de categoría nacional que no perdió en 38 jornadas, ha sufrido la ley implacable de las fases de ascenso. Dos veces ha tenido en su mano el regreso a Segunda B y las dos se le ha escapado por detalles. Pudo hacerlo por la vía rápida, sobre todo tras el 2-0 de la ida frente al Getafe B, y en la vuelta le sobraron cinco minutos. Tras recomponer la figura en una segunda eliminatoria bien trabajada, el 0-1 de Villarrobledo parecía un guiño al trabajo de tantos meses de Samuel Baños y sus jugadores. Pero todo lo que salió bien en La Mancha se volvió en contra en Les Caleyes. El Lealtad murió en la orilla, cuando Villaviciosa se había preparado para la fiesta. Una vez pasado el luto, Pedro Menéndez y su gente se levantarán y recordarán con orgullo una temporada en la que hicieron historia. Después del subidón marinista del sábado en Sestao había firmes esperanzas de que Asturias volviera a contar con cinco equipos en Segunda B, como en los mejores tiempos. No será posible. El ascenso sí que premia la perseverancia del equipo luanquín, capaz de seguir el ritmo al Lealtad hasta el último minuto de la temporada regular y de completar un play-off impecable. Luis Gallego, Oli y compañía se lo merecen.
