Después del partido contra el Fuenlabrada, el míster Egea hizo alusión a que los jugadores estaban tocados anímicamente. Puso más énfasis en eso que en las carencias del juego. Si atendemos a las declaraciones que hizo Omar Ramos dos días después, el ánimo ya está restablecido. El futbolista canario le quita importancia al inicio de liga y apela a la tranquilidad. Para ello manejó un dato real pero insuficiente: nadie nos pegó un meneo, ha dicho. Curioso, es una manera de salir adelante apelando al conformismo. Me recuerda a un episodio del que fui testigo siendo adolescente, en los pasillos de las aulas. El típico bravucón y fantasma de clase fue a provocar a un compañero tranquilo y discreto que, en una probable pelea, no tenía ni por donde empezar con el bocazas. Pero los chulitos son pesados y perseverantes. Justo cuando el hombre tranquilo (así se podía denominar al molestado) iba a reaccionar, sonó el timbre de la siguiente clase y todo quedó en nada. Pero el provocador, no contento y acostumbrado a que se le escape la fuerza por la boca, le dijo a su compañero de pupitre que si no hubiera sido por el timbre... A mí, que me sentaba justo detrás del matón, me dio tal ataque de risa que me miró de reojo y con cara de pocos amigos. Yo simplemente le dije en tono irónico: sí, sí. Menos mal que sonó el timbre. Sospecho que la ironía no la captó.

La afirmación de Ramos es un poco "el menos mal que sonó el timbre". Ya sé que el contexto temporal invita a no dramatizar y estoy de acuerdo: sólo llevamos tres jornadas, pero el fútbol es una superposición de capas que se sustentan unas a otras. Vayamos con lo llamativo: que si el Oviedo ha perdido puntos en los últimos instantes de los partidos, que si hay jugadores sin ritmo o en baja forma... Bien, todo eso será coyuntural, sin embargo hay estratos más estructurales como es el caso del juego en sí. Dicen que Jürgen Klopp cuando analiza los partidos de Liverpool pide que eliminen de las grabaciones los goles que marca y los goles que encaja el equipo. Lo hace, al parecer, para centrarse en el juego. Según el entrenador alemán, lo importante es analizar el porqué. Si el porqué es acertado se marcarán goles y apenas se encajarán. Si no es el adecuado sucederá todo lo contrario. Si nos fiamos del diagnóstico que suscita el partido del pasado domingo, el Oviedo es una plantilla en espera de ser un equipo. Demasiadas conducciones e iniciativas individuales.

Seré muy terco y soy consciente de que se juega al fútbol según las posibilidades de cada uno, pero cuando el centro del campo es fluido y el equipo está junto, la dependencia del azar y de la suerte se reduce considerablemente.

Estoy de acuerdo con Omar Ramos en que, por muchas razones, no hay que apelar al desastre. Con lo que ya no estoy tan de acuerdo es en no aprovechar las circunstancias negativas para hacer un análisis adecuado. Prefiero pensar que lo están haciendo de puertas para dentro (así debería ser y estoy casi seguro de que así es) y de cara a los medios se reparte un poco de retórica, incluso de demagogia. Si lo vemos así podría tener más sentido lo de "no nos metieron ningún meneo". Aunque como consuelo es pobre, yo diría que hasta un poco ofensivo para toda la afición que se desplaza a ver y a animar al equipo y para todos los que quedamos pendientes de la televisión.

En un campeonato que acaba de cerrar el mercado de fichajes de verano y en el que los rivales del Oviedo han entonado sin cesar el "Money" del musical "Cabaret ", tendremos la oportunidad jornada a jornada de distinguir el ruido del sonido en lo que a los fichajes se refiere. De momento, y como en tantos ámbitos de la sociedad, parece que predomina la cantidad sobre la calidad. Tiempo habrá de comprobar quién tiene razón. Conviene no olvidar que la compulsión por comprar oculta en muchas ocasiones más de una carencia.