Adolfo Pulgar fue un habitual del acto de reconocimiento a los mejores del fútbol asturiano que organiza LA NUEVA ESPAÑA, pero nunca se llevó un premio como el de ayer: la ovación más sentida de la noche fue para la familia del entrenador, fallecido el 22 de agosto. Lo pudieron comprobar su viuda, Elena García, y sus hijos, David, Laura y Ana. "Era difícil no quererlo", reflexionó Elena, que durante el último mes no ha dejado de notar ese cariño hacia "Pulgui". Lo dice por los minutos de silencio en todos los campos asturianos y por los homenajes especiales, como los organizados en Lugones y La Fresneda, o por pupilos como Simón y Cañedo. "Imaginábamos algo así, pero está siendo incluso más de lo esperado", añadió.

Y es que Pulgar era mucho Pulgar. Entrenador y maestro de entrenadores, el de Olloniego dejó una huella indeleble por su energía y su predisposición a colaborar en todo lo que tuviera que ver con el mundo del fútbol. Su viuda, Elena García, rememoraba ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA los tiempos de Pulgar en el Universidad, un equipo al que dirigió durante más de una década y al que llegó a ascender a Segunda División B. "Fue un equipo muy importante para él, pero ahora, en el Lugones, estaba también muy ilusionado".

Y es que Pulgar quería devolver al conjunto de Santa Bárbara a Tercera y estaba dispuesto a dejarse la piel en el intento. Tampoco escatimaba nunca una tertulia sobre el Oviedo, el club de su corazón, en el que jugó y donde llegó a dirigir al Vetusta. "Os daba mucho juego en las tertulias", aseguraba su esposa, que aún trata de digerir la vida sin una persona que era feliz cada domingo, alguien que no sabía vivir alejado de un campo de fútbol y que ayer, allá donde esté, recibió el cariño y el aplauso de todo el fútbol asturiano.