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Este Oviedo está maldito

El Liberbank cae ante el Valladolid en un partido que fue ganando 37 minutos pero en el que acabó desfondado por las lesiones de Wright y Llorente

Rolandas Jakstas trata de encestar ante Adekoya. IRMA COLLÍN

Decía una pancarta desplegada en la grada de Pumarín antes del partido que el Liberbank Oviedo perdió ante el Carramimbre Valladolid que "campeones no son los que ganan, son los que luchan". Dando por válida esa premisa, ayer los jugadores del conjunto ovetense más que campeones fueron héroes. Es imposible hacer más cuando todo está en contra, cuando después de rescindir el contrato de dos jugadores, Tre' Coggins y Gunnar Ólafsson, se lesiona el único base que queda en el equipo, Sergio Llorente; cuando uno de los dos pívots, Devin Wright, se resiente de una lesión el día anterior al partido; y el otro, Oliver Arteaga, juega renqueante porque pisa un balón durante el calentamiento.

Y, a pesar de todos los pesares, de que el equipo no despega, de que varios fichajes no han funcionado, de que se está en puestos de descenso, de que el club está en plena reconstrucción de la plantilla; ayer, un equipo de baloncesto, con orgullo y coraje, saltó a la cancha en Pumarín y, empujado por su impagable público, puso contra las cuerdas al actual líder de la LEB Oro. El Liberbank Oviedo estuvo mejor que su rival y solo el colapso físico final hizo que la victoria se le escapara al cuadro asturiano tras un partido que dominó en el marcador hasta que, a falta de 2.44 para terminar, un triple de De la Fuente puso por primera vez por delante (61-63) al conjunto pucelano.

El primer impacto del partido fue ver en el quinteto inicial del Liberbank Oviedo a Sergio Arias, un pequeño base ovetense, de 19 años y 1.68 de estatura, que entrena con el primer equipo y juega con el segundo, en Primera Nacional. Llorente se quedaba en el banquillo y Javi Rodríguez daba paso a un chaval que ayer demostró tener una valentía y un descaro descomunal. Y, con Arias de titular, el equipo salió como un avión, buscando al tocado Oliver Arteaga debajo del aro, con un Álex Reyes imparable desde la línea de tres, con una gran actitud en el rebote (Oviedo cogió ayer 46 rebotes por 26 de su rival) y con un público consciente de que los que estaban en el parqué necesitaban todo su aliento.

Parecía que ayer era posible eso de la magia de Pumarín y hasta otro de los canteranos ilustres de este equipo, Alejandro Rodríguez, se marcó un canastón para poner 28-17 a Oviedo a falta de 8 minutos para el descanso. Pero, un poco después, a 6.52 del ecuador, Sergio Llorente, ayer imprescindible para poder llegar con aire al final del encuentro, se llevó un golpe que le impidió volver a salir al campo.

Así las cosas, tocaba guerrear con Sergio Arias, que sumó 26 minutos sobre la cancha, que llegó incluso a meter un triple que dio la mayor ventaja del partido a los locales (48-33) a 5.30 de terminar el tercer cuarto. El milagro parecía posible pero seguía siendo eso, un milagro. Y es que Leimanis, uno de los bases rivales, se dio cuenta de que el oxígeno se le acaba al contrincante y se echó el equipo a la espalda. El parcial inmediatamente posterior al triple de Arias fue de 0-13 y acabó con el pitido del final del tercer parcial (48-46).

Al último cuarto salió el Oviedo otra vez con carácter, con el capitán, Víctor Pérez, anotando y llevando a su equipo a coger siete de ventaja (56-49) a 7.52 del final. Y, un poco después, una canasta de Arteaga y una técnica al entrenador rival, ponía 61-54 a Oviedo cuando todavía quedaban 6 minutos. Parecía que se podía, pero no se pudo. Lo siguiente que sucedió fue un parcial de 0-12 de un Valladolid liderado por Sergio de la Fuente, autor de siete de esos puntos, que decantó el partido del lado visitante cuando ya solo quedaban 1.32 para el final y Oviedo perdía por cinco (61-66). Siguió remando un OCB que terminó muriendo en la orilla.

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