El Liberbank Oviedo empezó a ganarle el partido al Granada el martes pasado, cuando se impuso (83-89) con solo siete jugadores al Lleida. Si los de Pumarín fueron capaces de conseguir aquella machada también podían frenar en casa, en un pabellón que ha recuperado su magia, a los potentes pívots del equipo andaluz. La victoria de Lérida también convenció a los de azul de que no siempre les iba a salir todo mal, de que alguna vez la fortuna les sonreiría. Ayer pasaron las dos cosas: el equipo volvió a hacer un trabajo fantástico, concentrado durante los 40 minutos, con Nuutinen y Jakstas brillando a un nivel espectacular, y además tuvieron la suerte necesaria para que a Kapelan se le nublara la razón en la última acción del partido, en la que el Granada tenía el balón para haber encestado y ganando el encuentro.

Pero no fue así y Pumarín estalló de alegría como pocas veces porque en pocas ocasiones ha visto a su equipo tan necesitado, colocado en la zona de descenso, en reconstrucción después de que tres de los fichajes que se hicieron para reforzar al equipo esta temporada, Guim Expósito, Tre' Coggins y Gunnar Ólafsson, no ofrecieran el rendimiento esperado y acabaran siendo rescindidos. La llegada de otro base, Jorge Sanz, para dar aire a Llorente y el regreso de Geks han dado un cambio tremendo a un equipo que cada vez se parece más al del año pasado.

La victoria ante el Granada no es tan espectacular como la de Lérida porque allí lo que sucedió fue casi paranormal. Aún así, reconocía un integrante del cuerpo técnico de los andaluces que "si había una ocasión para ganar en Pumarín era ésta". Y al principio parecía que todo iba a ir por el camino lógico, con un Granada que tenía un plan: si Oviedo quiere frenar a Rubio, Olmos y Watson tendrá que cerrarse mucho y se generarán espacios para los tiradores. Con Manu Rodríguez, exjugador del Oviedo, enchufado desde el triple (metió tres en el primer cuarto) y Olmos, pívot de 2.13, dominando bajo los aros, el encuentro se puso rápido a favor de los andaluces, que se fueron por diez puntos en dos ocasiones: 7-17 a falta de 4.40 para acabar el primer cuarto y 10-20 a 4.07. Ahí apareció el mejor de los locales ayer, Nuutinen, para apretar el partido. Le salió también un colaborador inesperado, José Blázquez, que hizo un partido muy serio, para que la desventaja fuera de solo cuatro puntos (23-27).

Había algo en el aire que se respiraba ayer en Pumarín que invitaba al optimismo. El público, espoleado por la victoria del martes, supo leer los momentos en los que el equipo le necesitaba. Toda esa positividad salió a relucir en el segundo cuarto, en el que fueron capaces de sobreponerse a los nueve puntos de Rubio y llevar el encuentro al descanso con empate a 42 puntos.

Se deshizo la igualdad antes de que el marcador comenzase a correr porque la primera parte termino con una técnica a Javi Rodríguez por un rifirrafe con un técnico del Granada. Una anécdota para un OCB al que se veía muy bien plantado en el campo y que cuajó un tercer cuarto extraordinario. Tan solo la potencia física de Watson para coger rebotes y algunas acciones de Josep Pérez mantuvieron en el partido a Granada (66-61 al final del tercer parcial).

En el último cuarto, los visitantes apretaron y le dieron la vuelta al marcador a 6.09 del final (71-72). Pero lejos de venirse abajo, los locales se volvieron a ir por cinco (77-72). Y de nuevo volvió Granada a adelantarse a 1.59 del final con una canasta de Rubio. Le contestó Jakstas y después el propio Rubio cometió una falta absurda sobre Nuutinen que dio tres puntos de ventaja al OCB (82-79) a 1.13 de acabar. Aún tuvieron que sufrir los de Pumarín, que vieron como Kapelan erraba el tiro que hubiera transformado la fiesta en tragedia.