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La soledad de Valverde

La afición del Barcelona, dividida entre dar un volantazo con Klopp y la vía nostálgica de Koeman, para sustituir al Txingurri

Ernesto Valverde, en un entrenamiento. EFE

Casi todo el mundo conoce al escritor vasco José Irazu Garmendia por su seudónimo, Bernardo Atxaga. El novelista es buen amigo de Ernesto Valverde. Firma el prólogo del libro sobre fotografía, la pasión indisimulada del técnico del Barcelona, que el Txingurri publicó en 2013. El texto precede al compendio de fotografías tomadas por Valverde durante sus viajes futbolísticos.

Atxaga pone el foco en la soledad padecida por las personas aparecidas en las fotos. Gran ironía para explicar la situación actual de Valverde en el Barcelona. El técnico extremeño acaba contrato el próximo 30 de junio. A tenor de las encuestas -alguna dice que el 80 por ciento de la afición pide su salida- renovar su estancia en la Ciudad Condal es una opción poco recomendable para la directiva culé.

El presente histórico no se conjuga en el fútbol. Poco vale ya que el Barcelona sea el vigente bicampeón de la Liga. Los presupuestos altísimos, solo superados por las expectativas, han convertido los títulos en productos de usar y tirar. La alegría dura una noche. Lo que tarde en recuperar el ansia por volver a ganar.

Lo que sí duran eternamente son los traumas y la gestión que se haga de ellos. Valverde arrastra dos eternos: Roma y Liverpool. Al cacereño no se le critica con tanta vehemencia por el bochorno del córner de Origi como por no blasfemar contra sus jugadores por semejante fallo. La testiculina, por prosaica que sea como argumento, sigue siendo una virtud.

Valverde nunca fue un entrenador de estridencias. El exjugador Pichi Alonso recuerda lo bien que encajaba la suplencia durante su etapa como futbolista. "Nunca se quejaba, ni cuando sabía que no iba a ser titular", dijo.

Tampoco se le tiene por un obseso del fútbol. Cuentan los que le conocen que no acostumbra a llevarse trabajo a casa. Y que sabe diferenciar de cuando está en el campo, de cuando está trabajando, a cuando está con su familia o entregado febrilmente a su pasión por la fotografía. En un campo tan de sensaciones a flor de piel como es el balompié tampoco se encaja bien el sosiego.

A Valverde se le achaca la pérdida del estilo Cruyff. Esa forma de pensamiento sobre la que han asentado las líneas maestras del Barcelona las últimas décadas. "No se gana con posesión sino con ocasiones", aseguró el técnico durante su etapa en el Español. Aunque su reflexión sea axiomática tampoco vale para explicar derrotas sonrojantes de este año como Granada o Levante.

Los nostálgicos del fútbol total barajan la opción de Ronald Koeman para el banquillo. El neerlandés tiene contrato hasta el Mundial de 2022 con Países Bajos. Como jugador aún permanece en el recuerdo su gol de falta para que el Barcelona ganara su primera Copa de Europa. Como entrenador pertenece a una doctrina en declive en el panorama europeo.

El fútbol de toque ya no se estila. Va a cumplirse una década desde que España ganara el Mundial de Sudáfrica. Alemania, campeona en 2014, se fue en la fase de grupos en la Copa del Mundo de Rusia. Fue su peor resultado desde 1938. La misma semana que el Barcelona rascó un triste empate contra el Madrid se cumplieron diez años del equipo que ganó el sextete. Demasiado tiempo.

A Guardiola tampoco le van bien las cosas en Inglaterra. Frágil en defensa y con un Liverpool que perdona poco y suma 55 puntos, el filósofo de Sampedor pasa sus horas más oscuras en el Manchester City ya muy alejado de la lucha por ganar la Premier League.

Otros defensores del mimo al balón como mandamiento fundamental en el que se resumen los demás están en el paro. Quique Setién se fue tras aguantar los pitos de la afición del Betis. Sampaoli tampoco ocupa ningún banquillo tras exiliarse al Santos de Brasil. Bielsa, quizás el más excéntrico de los profetas, languidece en el Leeds de la Segunda División inglesa.

Triunfa otro modelo. El modelo de entrenadores como Jurgüen Klopp. Un modelo no tan regado de millones como el Barcelona ni tan bonito como el fútbol del City, pero fundamentalmente vertical y eficaz. Curiosamente, la afición del Barcelona, tan estricta con el estilo, suspira por el ahora entrenador del Liverpool. Es de los más deseados para relevar a Valverde.

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