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Escobio ganó el partido que tenía que ganar

El entrenador del Asturias de Blimea dirigió el domingo su primer encuentro después de saber que había superado la recaída de un cáncer

Pablo Escobio, el domingo, durante el Asturias-Titánico. LUISMA MURIAS

Nada, ni la derrota frente al Titánico de Laviana, le quitó la sonrisa el domingo a Pablo Escobio, entrenador del Asturias de Blimea, que recibió al líder de Preferente en su campo de La Isla (1-2). "Están imparables", admitió el entrenador del equipo blimeíno, que dirigió su primer partido desde que los médicos certificaron que había superado el cáncer del que estuvo tratándose hasta noviembre. Durante la primera parte de la temporada no se apartó totalmente de su pasión, el fútbol, pero la quimioterapia le condicionó hasta el punto de que hubo semanas en que no pudo salir de la cama. Ahora, con la seguridad casi absoluta de que no habrá recaídas, quiere dar un paso más en su carrera deportiva.

Pablo Escobio Sánchez nació el 16 de diciembre de 1983 en Gijón, "pero soy de Blimea de toda la vida", se apresura a decir el entrenador del Asturias desde el año de su refundación, en 2011. Se hizo cargo del equipo de su pueblo en Segunda Regional y lo llevó a Preferente, donde se mueve por la mitad de la tabla. "Cogimos al club sin un duro, sin instalaciones, con jugadores que venían del fútbol sala, del campeonato de empresas...".

El último ascenso, el de 2017 a Preferente, coincidió con la operación para extirparle un tumor maligno en un testículo. Escobio sorprendió a todo el mundo cuando apareció en el campo para dirigir el partido decisivo, solo tres días después de ser sometido a la intervención quirúrgica.

"¿Cómo no iba a estar?", respondió en su momento el joven entrenador, como si fuese lo más normal del mundo. Escobio disfrutó del ascenso y de la permanencia en las dos temporadas siguientes, pero el pasado agosto volvió a oscurecerse su panorama vital, además de alejarle de su pasión, el fútbol, al constatar en un control que el cáncer se había reproducido.

Como le habían advertido los médicos tras la operación había un 50 por ciento de posibilidades de recaída. Y en ese caso la solución pasaba por duras sesiones de quimioterapia. "He estado con el tratamiento desde agosto hasta noviembre. Tenía que estar seis horas al día, durante una semana, poniendo quimio. Después descansaba dos semanas y vuelta a empezar. Durante la semana de la quimio y la siguiente estaba hecho polvo, no podía ni levantarme de la cama. Me dolían los huesos, los músculos, las uñas. Hasta el pelo, y eso que no tengo".

Lógicamente, Escobio tuvo que delegar en su ayudante, Edu Álvarez, aunque intentaba estar en los partidos: "Normalmente iba a uno sí y otro no". Y siempre con muchas precauciones porque el tratamiento le dejaba con las defensas en la mínima expresión: "En cuanto llegaba a 37 y medio de fiebre tenía que ir al hospital".

A lo largo de este proceso, Escobio agradece el apoyo recibido "de todos lados". Por supuesto, de su propio club, que cuenta como presidenta con su hermana Alba. También de sus vecinos y de mucha gente, que ni siquiera conoce, a través de las redes sociales, sobre todo cuando la pasada semana anunció que había superado el cáncer definitivamente. "Si después de la operación había la mitad de posibilidades de recaída, ahora los médicos me dijeron que a un 98 por ciento me puedo considerar curado definitivamente".

"Por ese lado estoy tranquilo", señala Pablo Escobio, "pero ahora que me toca pelear con los efectos secundarios, como la falta de sensibilidad en las manos y en las piernas. Casi siempre tengo catarro y me cuesta respirar. En los partidos, en las charlas de los descansos, en cuanto metía un poco de intensidad tenía que sentarme porque me asfixiaba".

Ahora quiere centrarse solo en lo deportivo y hacer los puntos suficientes para dejar al Asturias en Preferente, antes de marcarse nuevos objetivos. "Me toca salir porque son muchos años aquí", señala un entrenador que tiene la titulación para dirigir a equipos profesionales, aunque de momento se conformaría con ascender un escalón para ponerse al frente, por ejemplo, de un Tercera.

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