Durante 27 minutos, la vida del Liberbank Oviedo parecía igual que antes de la llegada de Natxo Lezkano a su banquillo. Sus acciones de mérito quedaban anuladas por sus regalos, en forma de pérdidas y de una sangrante inferioridad bajo su tablero. Su primera escapada, hasta el 36-30, fue neutralizada de forma contundente por un 0-11 del rival de turno, el potente Coruña. Pero cuando el marcador señalaba un 59-61, restando 2.51 para el término del tercer cuarto, se produjo la transformación. Desde ahí al final, el equipo gallego solamente fue capaz de anotar 9 puntos, asfixiado por la defensa local, liderada por el implacable Sanz, y vapuleado por el acierto ovetense, sobre todo del genial Francis Alonso y del recuperado Arteaga. El partido empezó en modo tembleque y acabó en fiesta.

El comienzo del OCB no fue malo, con Francis Alonso abriendo boca para su exhibición posterior, pero pronto se torció. Los gallegos enseguida apreciaron su superioridad interior, y llevaron a Xavier y a Blackwell a jugar un dos para dos que desmontó la salida local (8-16 y tiempo Lezkano). Las primeras señales de vida de la defensa y el cuarto triple de Alonso mantuvieron la igualdad al final del primer cuarto (22-22).

Los problemas para cerrar las penetraciones y las pérdidas de balón, lastres del Oviedo en los primeros minutos, se convirtieron en nimios comparados con la incapacidad local para atrapar los rebotes defensivos. Fue esa cruz la que echó por tierra el arreón del Liberbank, apoyado en los primeros detalles tácticos del nuevo entrenador, enseñando una zona 3-2, y en el estado de gracia de Alonso, que para entonces sumaba ya cinco triples. Del 36-30 se pasó al 36-41 con los típicos minutos que han hundido al OCB en los puestos de descenso. Al descanso, sexto triple de Francis mediante, la ventaja era del Coruña (39-43).

El inicio del tercer cuarto fue de lo más voluntarioso por parte local, con algo más de energía y aferrado al acierto de Francis (su séptimo triple devolvió la ventaja, 48-45). Pero a perro flaco todo son pulgas. Cada acción defensiva meritoria era frustrada por una pérdida de balón, cada canasta (como el increíble tres más uno de Nuutinen para el 54-53) respondida por otra aún más inverosímil del rival.

Y entonces, con 59-61 en el electrónico y el peligroso Jeff Xavier descansando en el banquillo para afrontar la batalla del último cuarto, el Liberbank por fin se enchufó. La intensidad subió enteros, las jugadas defensivas empezaron a encadenarse y un triple de Washburn y un dos más uno de Francis Alonso pusieron el 69-63 en la antesala del último acto.

Contra todo pronóstico, vistos los precedentes, y con un pabellón de Pumarín en éxtasis, el cuarto cuarto no tuvo historia. El OCB no solamente creyó, sino que empujó a su rival a dejar de creer. Con piernas rápidas para evitar penetraciones, ayudas inteligentes para atajar los balones doblados a los interiores, saliendo a por Xavier hasta el centro de la cancha, si fuera preciso, endureciendo los contactos en la zona y, ¡por fin!, atrapando los rebotes, el Oviedo encogió a su rival hasta hacerlo desaparecer. Todos estuvieron bien, pero merece la pena destacar a Sanz, un jugador que suele permanecer en segundo plano pero que ayer fue capitán general.