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Culé Moyáu

Monedas en el sofá

La victoria por 1-0, de penalti y tras consulta con el VAR, permite al Barça ir tirando en la Liga como quien encuentra a fin de mes unos euros olvidados en los pliegues del sofá. La Real Sociedad debe estar preguntándose todavía qué ha pasado, cómo es posible que un Barça entre contemplativo y ausente se haya llevado los tres puntos, y qué hay que hacer para ganar en el Camp Nou además de jugar de maravilla. No tengo respuestas. Pero sí tengo preguntas.

Algunos afean al público del Camp Nou su actitud de espectador de ópera y el poco calor que emite la grada. ¿Por qué? La respuesta no está en la creación de una fantasmagórica grada de animación, sino en una animación de grada. Es decir, el ambiente y el calor nacen en el terreno de juego y se trasladan a la grada, no al revés. No se trata de que el Camp Nou anime al equipo, sino que el equipo anime al Camp Nou. Es así. Pero el juego del Barça no anima a nada ni a nadie. El director de cine finlandés Aki Kaurismäki dice que los actores parecen estúpidos si no están fumando, pero con un cigarrillo dan la impresión de que tienen una idea en la cabeza. Bueno, no creo que Paul Newman o Audrey Hepburn necesiten la ayuda de un cigarrillo para dar la impresión de que tienen ideas, pero si Kaurismäki tiene razón a muchos futbolistas del Barça les hace falta un pitillo para que nos creamos que hay alguna idea detrás de esos deprimentes pases a Ter Stegen y esa desangelada manera de presionar a los rivales. Hasta Messi parece no estúpido, por supuesto, pero sí un poco ido, desencajado, aturdido o con cara de yo no he sido.

¿Y Griezmann? ¿Hasta cuándo seguirá abusando de nuestra paciencia? Si el Barça necesita un pitillo, puede que Griezmann necesite raparse la cabeza, como hacían los espartanos durante la efebía. Una caballera larga era privilegio del espartano adulto y también del delantero que se ha ganado la mieditis de los rivales. Griezmann no se la ganó en el Barça. ¿Y la desaparición de Ansu Fati? ¿Y la disolución en ácido de Riqui Puig? ¿Y el no-ser de De Jong? ¿Y el sorprendente hecho de que el Camp Nou tenga que agarrarse a un par de gestos y tres arrancadas de Braithwaite para olvidar un ratito su cabreo con el palco? ¿Y la alucinante campaña para convertir a Eder Sarabia en noticia a costa de controlar sus palabras y actos como si el banquillo del Barça fuera la casa de Gran Hermano?

Muchas preguntas, y solo una respuesta. Mientras haya monedas en el sofá, hay algo de vida y un poco de esperanza.

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