Cuando el deporte no pintaba casi nada en España, ni en Asturias, ni en Gijón, Manolo Llanos se empeñó en "darle la vuelta como un calcetín", según definición de Herminio Menéndez, que conoció a Llanos en 1976, poco después de volver con la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de Montreal, y ya fueron uña y carne. Los dos, un candasín y un gijonés unidos por la pasión por el deporte, iban a tener mucho que ver en el salto a la modernidad de la España deportiva, con los Juegos de Barcelona 92 como trampolín. Ese trabajo le llevó durante muchos años a Madrid, donde se cocía todo, pero con Asturias siempre a tiro de autobús.

"Durante 17 años fue el mejor cliente de Alsa", explica Herminio Menéndez, testigo directo de las frecuentas escapadas de Llanos durante su etapa de alto dirigente del Consejo Superior de Deportes (CSD) y el Comité Olímpico Español (COE). El expiragüista tuvo mucho que ver en ese exilio madrileño de Llanos, como si se tratase de la devolución de la moneda de aquella primera conversación en 1976. "No lo conocía y vino a verme Candás para llevarme al Grupo Covadonga. Al principio le dije que no, pero convenció para revitalizar la sección de piragüismo, que estaba muerta".

En aquellos años en el Grupo Covadonga, y en los posteriores, tanto en la inicipiente Dirección Regional de Deportes en Oviedo como en el CSD en Madrid, Herminio y Manolo, Menéndez y Llanos, formaron un tándem imbatible, del que se benefició el deporte español. Y, por la querencia de los dos dirigentes, el asturiano. El Alsa aliviaba la morriña de Manolo Llanos durante largos inviernos lejos de su mujer, Paloma, y de sus hijas Paloma y Ela. Y en agosto no faltaba a las citas obligadas de Gijón y del Descenso del Sella, en el que ejerció de pregonero en 1999.

"Era asturiano y gijonés por los cuatro costados", resalta Agustín Antuña, ayer muy afectado por un desenlace no menos doloroso pese a lo esperado. Porque, a pesar de sus cinco años de diferencia, para Antuña era como un hermano mayor, alguien que le abrió puertas allá donde más deseaba este apasionado del olimpismo. "Cuando Alfredo Goyeneche nombró director de deportes, Manolo intercedió para que me aceptase como miembro del COE".

Llanos nunca se olvidó de Agustín Antuña ni de sus muchos amigos, casi todos relacionados con el deporte, durante su larga estancia en Madrid. Unas amistades de las que pudo disfrutar tras su vuelta definitiva, con una más que merecida jubilación. Era feliz con eso y con la huerta en su finca de El Pidal (Villaviciosa), donde cuidaba de sus lechugas o guisantes, además de organizar comidas donde demostraba su habilidad a la hora de cocinar fabada y bonito. Uno de sus habituales, el exárbitro internacional de balonmano Ramón Gallego, también destaca otra de sus señas de identidad.

"Manolo tenía a gala su socialismo, por encima de familias o grupos. Era una persona muy comprometida", destaca Gallego. Lo que no impedía que se entendiese e incluso cultivase una gran relación con gente de ideas antagónicas, como pone de ejemplo Agustín Antuña: "Goyeneche tenía una ideología opuesta a la de Manolo, pero le fue fiel hasta el final en su puesto en el COE. Tenía una gran humanidad, con los deportistas siempre anteponía la relación personal".

Ramón Gallego espera que este reconocimiento que le llega de los más próximos se extienda a otras esferas: "Manolo pasó por todos los puestos del deportes español y en momentos mucho más duros. Le tocó innovar y trabajar duro. Espero que se lo reconozcan". En la misma línea sentencia Herminio: "Manolo era un convencido de que el deporte español necesitaba cambios. No sé si un revolucionario, pero España necesitaba una vuelta al calcetín".