La nueva normalidad del Sporting recuerda, por desgracia para la parroquia rojiblanca, a la antigua. A los gijoneses le faltaron dos factores importantes en el derbi: intensidad y fútbol. Los de Djukic no tuvieron ni lo uno ni lo otro para imponerse a un Real Oviedo que con poco más que empuje logró hacerse dueño y señor de un partido en el que apenas sufrió. Una pérdida de Unai y la calidad de Borja Sánchez desnivelaron el encuentro de un desdibujado equipo rojiblanco, que recordó a su peor versión de la temporada. El derbi de las mascarillas solo dejó un consuelo para la afición sportinguista: al menos no tuvieron que sufrirlo en el campo.

Dicen los sabios que los partidos se ganan en el centro del campo. En el derbi, Djukic antepuso el cerebro al músculo en la medular, y sacó de mano Nacho Méndez y Manu García por delante de Cristian Salvador. Su apuesta por los "bajitos" no funcionó. La sala de máquinas rojiblanca no logró cortocircuitar la presión carbayona con su presunta calidad.

Tampoco hubo profundidad en las bandas. Murilo, que había sido un puñal desde su llegada en el pasado mercado de invierno, pareció no tener gasolina. Parecido estuvo Carmona, cuyo papel de extremo anárquico, que tanto éxito estaba dando a los rojiblancos en los últimos partidos, no inquietó a la defensa azul.

Con este panorama, al Sporting solo le quedaba apelar a la suerte para enganchar una en un balón parado o en alguna jugada embarullada. Llegó en el minuto 88, con un remate de cabeza de Babin en un centro al área que acabó en la portería de Lunin. Pero ni con esas. El asistente señaló la bandera y el VAR le dio la razón: aunque solo por unos centímetros, el de Martinica estaba en posición ilegal.

El empate deja a los rojiblancos haciendo la goma otra semana más con los puestos de play off, de los que le separan cuatro puntos. La próxima jornada se enfrentan al Rayo Vallecano.