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Djukic, el quinto central; Bárcenas, el apoyo azul

Los suplentes ponen el color en un partido sin afición, aunque los seguidores rojiblancos se dejan oír desde fuera

Una imagen de El Molinón durante el derbi. MIKI LÓPEZ / JUAN PLAZA

El derbi se disputó sin público, pero dio juego en la grada. Los reservas y los futbolistas no convocados, distribuidos por la Tribunona, se encargaron de ello en la vuelta del fútbol a El Molinón 106 días después. Los rojiblancos, apretando como buen local para que el rival se llevara ya tres amarillas al descanso. Los azules, más tímidos de inicio, con Bárcenas llevando la voz cantante para animar a los suyos. Y entre silencios, sonidos de balón y futbolistas pidiendo la pelota, el persistente grito de Djukic para ordenar la defensa y hacerla avanzar: "Joooop". La palabra mágica que equilibró todo.

"Asturias, patria querida", en versión de gaitas, y el "Gijón del alma" acompañaron el calentamiento de Sporting y Oviedo mientras cada una de las 200 personas que entraron a El Molinón iba ocupando su puesto bajo el implacable orden del protocolo de La Liga. En el palco presidencial, con Javier Fernández, presidente, y Joaquín Alonso, responsable de relaciones institucionales, entre los más madrugadores. Accedieron al campo tres horas y media antes de que el balón echara a rodar. A un lado del verde, los dos directores deportivos de tertulia: Javi Rico y Arnau, debutantes en el derbi. A unos metros, Ortuño, Hernán Santana y Aitor García.

No hubo fotos de aficionados en El Molinón, se dejaron para las redes sociales. Dentro, un gran tifo ocupó media grada este con la imagen de los símbolos de la ciudad: el "Elogio del horizonte", Pelayo, San Pedro, San Lorenzo, las "Letronas" y El Molinón. Con el balón en juego, el Oviedo sintió pronto su condición de visitante. Los cánticos de los aficionados agolpados en los bares situados en los bajos del fondo sur del campo llegaron nítidos. A los azules siempre les quedaba Yoel Bárcenas: "Bien, Oviedo, bien". Los aplausos de los jugadores situados en la grada acompañaban con un sonido tan extraño como el de jugar sin público. Fueron palmas con sonido a plástico, las de los guantes de cada uno de ellos. Un derbi aislado en mil cosas, pero un derbi.

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