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El legado de Álvarez Rabanal

El socio número uno del Covadonga explica que el fundador del equipo "lo cambió todo" en Teatinos "Unió a la gente del barrio", dice otro de los pioneros de este club que acaba de subir a Segunda B

El sacerdote Juan Antonio Álvarez Rabanal, fundador y primer presidente del Covadonga. J. M. V.

El ascenso del Covadonga tiene poco de milagro y casi todo de trabajo. Y eso que convertir a un equipo que hace 41 años echaba a andar cuando aún no disponía ni de campo donde jugar en un club en el que se entrenan casi 400 niños y que la próxima temporada debutará en Segunda División B, la tercera categoría del fútbol español, puede parecer algo prácticamente sobrenatural.

Lo que fue y lo que es el Covadonga lo saben bien su socio número uno, José Manuel Valle, "Chani", y el número dos, José Ramón Romero. Ellos, socios fundadores, acompañaron en ese viaje al gran artífice de este club y de muchas otras cosas que se hicieron en el barrio de Teatinos: el párroco Juan Antonio Álvarez Rabanal, del que fueron amigos y cómplices, y que falleció en 2001.

Chani, que estuvo los diez primeros años del club como tesorero, explica que cuando Álvarez Rabanal llegó a Teatinos "no había nada" y que su irrupción "lo cambió todo". "Se hizo una parroquia, se dividió la de Santullano en dos y le encargaron a él que hiciera una nueva. Primero nos cedieron una capilla que es la que está ahora delante del hospital nuevo (el HUCA) y mientras tanto construimos la nueva, la de Nuestra Señora de Covadonga. Los terrenos se compraron con el dinero de la parroquia y la gente del barrio fue la que hizo los trabajos: el que era al albañil de albañilería, el que era pintor de pintura; gente que, mucha de ella, no era religiosa se entregó a este hombre porque tenía unas cualidades maravillosas".

El socio número uno del Covadonga, que tiene ahora 64 años, era un joven entusiasta que siguió a este párroco con ganas de cambiar las cosas. "Se formó un movimiento juvenil, un campamento, una asociación para luchar contra el paro, un centro social, se hizo una comisión para organizar unas fiestas patronales. Lo único que nos faltaba era el deporte", explica.

El Club Deportivo Covadonga empezó a fraguarse a comienzos de 1978 y se fundó en 1979. "Era un barrio con mucha tradición futbolera, de ahí habían salido varios de los jugadores que formaron parte del Oviedo cuando se fundó, en 1926, y que vivían en el barrio. Además, el primer campo que tuvo el Oviedo estaba en Teatinos", explica Chani que, además de ser el socio número uno del Covadonga, tiene el número 238 en el carné de abonado del Oviedo.

Esa tradición facilitó que el proyecto cuajara a pesar de todos los contratiempos. "No teníamos campo. Al principio jugamos en el Masaveu, mientras nosotros mismos hacíamos el nuestro (en el lugar donde está ahora el Juan Antonio Álvarez Rabanal). Lo hicimos de arena y no sé cuántos camiones se trajeron para hacer aquello; construimos la grada y todo", rememora Chani, que no se cansa de reivindicar la figura de Rabanal, el cura que tanto hizo por el barrio: "Hacía de todo, un centro para los ancianos cuando no existían aún en Oviedo, un campamento para los jóvenes que aún hoy se lleva a cabo... Consiguió tener mucha gente alrededor dispuesta a trabajar por el barrio". Y, lo más importante, gracias a toda esta labor y al club de fútbol que se fundó. "Se apartó a mucha gente de la droga. El fútbol tira mucho, los niños están con los entrenadores, con los compañeros, y se alejan de malas compañías", destaca.

También tiene una memoria clara de toda esa época José Ramón Romero, de 70 años, que califica a Juan Antonio Álvarez Rabanal como "una persona extraordinaria". "Era un fuera de serie en muchos aspectos, el intelectual y el humano, entre otros. Había parroquia y no había iglesia, y con su entusiasmo compró unos terrenos para hacerla y, a partir de ahí, unió a mucha gente del barrio".

Romero cuenta que era una de esas personas que "arrastran a otras". "Me siento muy honrado de haber sido amigo suyo, no soy creyente, pero él fue una persona que dinamizó el barrio. Esto era un arrabal en el que había mucha gente que no era de Oviedo. Yo soy de Langreo, formé aquí mi vida, pero, como la mayoría, éramos gente de fuera, de Puerto de Vega, de Mieres, de muchos sitios". Dice el socio número dos que a Álvarez Rabanal "era difícil decirle que no a algo" y que por eso se decidieron a hacer un club cuando "no teníamos ni campo". "Era tan convincente que consiguió que nos cedieran los terrenos y luego lo hicimos nosotros mismos", prosigue.

Ver ahora en esos terrenos, con hierba artificial y con cerca de 400 niños entrenándose, es un orgullo. Un éxito que hace que tenga sentido tanto esfuerzo. "A cualquiera de nosotros nos podía tocar coger un saco con la ropa sucia y llevarla a casa para meterla en la lavadora. O llevar a cuatro chavales para que jueguen en Teverga, nos poníamos de acuerdo y cada uno hacía una cosa", sentencia Romero sobre el legado de Rabanal, ahora de Segunda B.

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