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El Tour vive su final más loco

El pelotón juega al ataque en Lyon a las puertas de la alta montaña

Andersen celebra su victoria en Lyon. REUTERS

Conducir por las calles de Lyon, que ni estaban abiertas ni cerradas, como la botella medio llena o medio vacía, era una tarea de locos unas horas antes de llegar el Tour. Los automovilistas locales se parecían a un pulpo perdido en un garaje. No sabían a dónde ir, por dónde girar, si los dejaban pasar o no por una calle determinada. Un verdadero caos. Como la llegada de los ciclistas, en un pelotón descontrolado que ni siquiera el Jumbo de Primoz Roglic podía enderezar. Como si el general hubiese dado la orden de combate. ¡Al ataque! Como si retumbasen los tambores de guerra. ¡Al ataque! Como si los persiguieran los demonios.

Lyon no quería un esprint típico y tradicional porque, además, seguramente no lo habría ganado Peter Sagan, el ciclista que parecía más interesado pero que ni siquiera era capaz de imponerse en la llegada de consolación, con la segunda plaza en juego. Quién lo ha visto y quién lo ve. No es el Sagan del pasado.

En cambio, en este Tour, hay un equipo que parecía llegar a la carrera de comparsa, sin nombres ilustres en sus filas y sin disponer de un corredor con las ideas claras para triunfar en los esprints, en las etapas llanas, en las montañas o donde fuera. Este equipo se llama Sunweb, es alemán y está dando una lección de cómo se tiene que trabajar en bloque si, sabiendo que no vas a llegar de amarillo a París, quieres estar presente en la carrera, y no solo para conseguir minutos de gloria y de publicidad gratis gracias a la televisión. No, señor. Eso no vale, eso es de escuadras secundarias.

Ellos ganan cuando se lo proponen. Ellos trabajan en equipo y ellos deberían ser el espejo en el que tendrían que reflejarse muchos conjuntos rivales, que parece que se hayan apuntado al Tour creyendo que lo iban a ganar cuando no lo harán ni por asombro.

Un día se llevan la etapa gracias a su perla suiza Marc Hrischi, el mismo que pelea dos veces más sin éxito para levantar los brazos en una meta del Tour. Pero es que dos días después consiguen otra victoria tras lo que parecía un ataque de loco, casi sin sentido y generalmente llamado al fracaso, Nueva victoria del Sunweb, de su ciclista danés Soren Kragh Andersen. Unos ganan y otros lo miran. Así es el Tour.

Lyon ya estaba vacía de coches, las calles cortadas y las aceras llenas de público, a pesar de que se aconsejaba quedarse en casa, que la pandemia está complicada en la capital del Ródano. Pero con la subida a la Croix-Rousse, con la cima a cinco kilómetros de la meta, el lugar más vacío de público, sencillamente porque allí no los dejaron pasar, era una llamada a salir de casa, y gratis, que llegan los ciclistas... pero sin olvidar, en esta ocasión, la obligada mascarilla.

Llega la cuesta urbana y comienzan los ataques. Hrischi esta vez lo hace como avanzadilla del Sunweb, Thomas de Gendt salta para buscar la etapa de Tour habitual en él. Y es entonces cuando un grito ensordecedor provoca que se muevan los cimientos de Lyon. ¡Ataca Julian Alaphilippe! Y eso son palabras mayores para un ciclismo francés sumido en la desesperación tras el abandono de Romain Bardet y un Thibaut Pinot que circula perdido en la general a más de una hora de Roglic. Pero Alaphilippe, como Sagan, parece otro este año, aunque al menos ganó la segunda etapa y se vistió de amarillo. Otros harán muchas menos cosas en este Tour.

Y llega el momento Andersen, se va, abre hueco, una locura, pero qué sería del ciclismo si no hubiese locos que creyeran en ellos mismos y que no se acobardasen ante un pelotón que lo persigue como si fueran hienas que llevan semanas sin comer. Lyon enloqueció. Ahora llega la alta montaña. Sin bromas.

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