La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Solo uno de los supuestos secuestradores y proxenetas de futbolistas permanece en prisión

Juan Luis M., el entrenador que obligaba a jóvenes sudamericanos a prostituirse, ya tenía antecedentes de agresión sexual a una menor

Una de las habitaciones de la casa de Prado del Rey (Cádiz) en la que estaban retenidos ocho aspirantes a futbolistas de élite venidos de Sudamérica.

Puede que, de todas las jornadas terribles que ocho jóvenes deportistas sudamericanos pasaron en su cautiverio de nueve meses en Prado del Rey (Cádiz), la más dura fue el día en que les llegó desde Colombia la noticia de que al hermano de uno de ellos lo había matado a tiros un prestamista.

En el grupo de aspirantes a futbolistas de élite había razones para aterrorizarse, confinados en una casa del pueblo tras haber venido engañados a España. Para pagar el viaje, la mayoría había aceptado ayuda de usureros colombianos, pero no estaban pudiendo devolverla, pues sus captores les retenían todo el dinero, el que habían traído y el que producían las violaciones a las que eran sometidos en chalés de Jerez de la Frontera y la vecina sierra de San Cristóbal.

La operación Promises de la Guardia Civil está cerrada en su primera fase desde el pasado 9 de junio, pero nadie cercano a la investigación descarta que dé novedades. Y, entre tanto, solo uno de los presuntos secuestradores, Juan Luis M., espera juicio en la prisión gaditana de Puerto II. Es que ya tiene antecedentes de agresión sexual a una menor, y sobre él pesan dos acusaciones de amenazas y coacciones, además de las figuras de pertenencia a organización criminal, trata de seres humanos, delito contra la libertad sexual y corrupción de menores por los que también denunció la Guardia Civil a José I. y Daniel I., los otros dos integrantes de la trama.

El gigantón

Precisamente la amenaza de atentado contra sus familias fue una de las que pudo utilizar Juan Luis M. para doblegar a los muchachos. "El gigantón", como le llaman los investigadores por su apariencia, vigilaba a los jóvenes, los retenía y llevaba a encuentros sexuales con clientes de la red.

Era el ‘machaca’ del grupo, el encargado del dominio sobre los chavales. También quien les tenía guardada con candado la comida. Cuando la Guardia Civil entró en la segunda planta del 26 de la calle Rodríguez de Valcárcel de Prado del Rey, encontró a los muchachos con solo un poco de leche y unas galletas al alcance.

De hecho, pasado tres meses de la operación policial, a uno de los guardias que los liberó se le han quedado grabados dos detalles: "El hambre y la vergüenza", cuenta. "A los chicos los sacamos en coches sin distintivos", añade, para que nadie los señale, que el delito del que han sido víctimas no les manche de por vida.

Había ocho en la casa; de ellos uno no aceptó ayuda policial. En la comandancia de la Guardia Civil de Cádiz les esperaban unas psicólogas para ablandar el trago, pero lo primero: "¿Queréis comer algo?", les dijeron los guardias. Y los chicos se sentaron a comer a prisa y en silencio las primeras viandas que se les ofrecían sin racaneo en casi un año.

Lo otro es la vergüenza. Ante los guardias, los muchachos -el más pequeño tenía 17 años- estaban con la cabeza baja, y no sabían cómo contar sus meses de penalidades.

Primero les convencían para "ir a conocer a un amigo, es solo tomar una copa…", y luego, vencida su voluntad, les amenazaban con relatar en Colombia que aquí, en España, quienes habían ido en pos de gloria y dinero se dedicaban a tratos con homosexuales. Y eso puede costar la vida civil, ser suficiente para abandonar cualquier esperanza de entrar en el mundo del fútbol.

Futboleros de medio pelo

De ese mundo habían salido los captores. Juanlu, ‘el gigantón’ había entrenado pequeños clubes de tercera en los alrededores de Chipiona. Habilitó el club chipionero Salmedina para dar cabida a los chicos. Incluso presentó al Ayuntamiento de Prado del Rey un proyecto fallido para crear escuelas de fútbol en la localidad. El pasado día 18, el Salmedina FC volvió a levantar cabeza. Su historia "no la pisoteará gentuza sin escrúpulos", dijo en redes sociales.

A Daniel y José, los otros dos inculpados, les atribuyen los investigadores igual mando sobre el gigantón, aunque José es el veterano, de 69 años de edad, veinte más que Daniel.

Los dos eran ojeadores de medio pelo. Miraban para equipos de segunda B en Andalucía occidental, pero cuando iban a Bogotá se las daban de supermánagers. En los salones del Hotel Eldorado y otros de cuatro estrellas que alquilaban para sus performances, mostraban vídeos, fotos... prometían el oro y la fama y se presentaban como si fueran agentes de primera. En Colombia ni padres ni entrenadores sabían que estaban enviando a sus estrellas en ciernes a un pozo de amargura. O acaso alguno lo sabía, pero esa parte de la investigación corresponde a la policía de Colombia, país que no ha aceptado comisión rogatoria española para el caso.

Compartir el artículo

stats