La cuarta etapa del Giro de Italia, de sólo 140 kilómetros entre Catania y Villafranca Tirrena viene marcada por un recorrido llano que se interrumpe en su mitad por la presencia de la subida a Portella Mandrazzi, lugar propicio para fugas.

Desde Catania hasta las puertas de Taormina el pelotón se va a encontrar con carreteras anchas, pero plagadas de curvas, con algunas secciones rectas, aunque son sustancialmente planas en altitud.

Una vez que se abandone la costa, llegará la larga subida de Portella Mandrazzi, 23 kilómetros con pendientes de alrededor del 4% de promedio que, seguido de un descenso muy largo, conduce a la costa norte de la isla.

Los últimos 40 km están en caminos bastante anchos y planos y escasos cambios de dirección.

El final puede encerrar alguna sorpresa, ya que a 2 kilómetros de meta la carrera se conecta a la costa a través de una carretera ligeramente cuesta abajo con un par de curvas de ancho medio para asumir riesgos.

A unos 850 metros de la línea de meta, se entra en la última curva a la izquierda que conduce a la larga recta final.