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José Luis Romero. Ex segundo entrenador del Barça y extécnico del Oviedo

José Luis Romero, exsegundo entrenador del Barça: “El mayor vicio que le vi a Maradona en Barcelona fue el fútbol”

“Con Lattek yo controlaba quién llegaba tarde y Diego nunca fue impuntual; con Menotti, el primer día ya se retrasó media hora”

Romero da instrucciones ante Velázquez, Santi y Arias. | LNE

José Luis Romero (Madrid, 1945) dejó poso en Oviedo porque dirigió al conjunto azul en una etapa algo gris, en Segunda, entre 1984 y 1986, con deseos frustrados de ascenso. Pero alcanzó un logro celebrado, la Copa de la Liga de Segunda, en 1985. En la capital de Asturias, Romero aterrizó tras una experiencia tocando la élite. Fue segundo entrenador del Barcelona a comienzos de los 80 y en las campañas 82/83 y 83/84 vio cómo un imberbe Diego Armando Maradona, 22 años entonces, aterrizaba en Barcelona.

Fue su primera estación en Europa y Romero vivió de cerca la irrupción del fenómeno. Ahora, repasa desde Málaga para LA NUEVA ESPAÑA aquellos tiempos.

–¿Cuál es su primer recuerdo de Maradona?

–Las ganas por tenerlo. Era un futbolista que Minguella tenía atado desde hace un par de años. Lo que pasa que la Junta Militar de Argentina no le dejó salir de su país hasta después del Mundial del 82, el de España. Pero ya sabíamos lo que nos venía: un jugador totalmente distinto a lo que había.

–¿Tan bueno era?

–Tenía unas condiciones asombrosas, pero lo que más me llamó la atención es el hambre que tenía, esa pasión por el fútbol. Acababa el entrenamiento y se quedaba sobre el césped: a tirar faltas, hacer habilidad... El mayor vicio que le vi en Barcelona fue el fútbol.

–Entonces estaba centrado en el fútbol.

–En sus primeros meses, sí. Con Udo Lattek en el banquillo (aguantó 26 jornadas en el banquillo hasta ser sustituido por Menotti) era muy respetuoso. Venía a aprender y decía a todo que sí. Solo tuvimos una diferencia de criterio en la primera concentración en Papendal (Holanda).

–¿Cuál?

–El agente nos dijo que era un tipo muy familiar y que a ver si era posible que la familia estuviera con él durante la concentración, que serían unos 10 o 12 días, en Holanda. Pero Udo dijo que no, que solo podíamos estar entrenadores, jugadores y el resto del staff. Y no hubo más historia.

–¿Se integró bien?

–Perfectamente. Era un chico normal. Se juntó mucho con Migueli, hacían muchas bromas, también con Marquitos. Sus primeros meses, a pesar de las lesiones, fueron ejemplares. Con Lattek, Maradona tuvo un comportamiento excelente; con Menotti, desgraciadamente cambió.

–¿Qué pasó después de la marcha de Latek?

–Que la cosa fue a peor. Con Udo de entrenador, a mí me tocaba llevar los registros de la hora de llegada a los entrenamientos. Los capitanes establecían unas sanciones en función de los minutos que te retrasaras. Y Diego nunca llegó tarde. Nunca. Con Menotti, ya el primer día llegó con media hora de retraso.

–¿El primer día?

–Menotti se equivocó. Hubo una laxitud que no ayudó a Maradona. En el primer entrenamiento, un lunes, Menotti nos reunió a todo el staff, más reducido que los de ahora, y nos dijo que a partir de entonces se entrenaría a las 4 de la tarde. Decía que era mejor para los biorritmos. Pero lo hacía por Diego. Yo le expliqué que en España se comía a las 2.30 y que si tomabas un cocido era imposible entrenar a las 4. Pero él insistía en lo de los biorritmos.

–Y ahí Maradona se relajó…

–Menotti rompió la disciplina del grupo. El primer día, Diego salió a entrenar media hora tarde. En realidad, siempre lo hacía. Menotti esperaba y salía charlando con él al campo, como si hubieran estado hablando dentro del vestuario.

–En lo futbolístico, a Maradona le faltó regularidad en el Barça...

–Tuvo mala suerte. Porque creo que las lesiones, y la hepatitis, impidieron ver su potencial. Creo que su legado en Barcelona hubiera sido otro con algo más de fortuna. La lesión de Goikoetxea, por ejemplo. Al margen de la dureza, tuvo la mala suerte de tener el pie apoyado.

–¿No le hundían anímicamente las lesiones?

–Lo aceptaba como parte del juego. Tuve la suerte de seguir alguna lesión en su casa, de ver su evolución, y era luchador.

–¿Había orden en esa casa? Se ha escrito mucho sobre la vida desordenada de su entorno.

–Lo que yo vi es un chico familiar, rodeado de mucha gente. Su familia era lo primero.

–¿Y sus salidas nocturnas?

–Yo puedo hablarle de lo que vi, de un chaval con un comportamiento magnífico en los primeros meses y que la cosa se torció a partir de la llegada de Menotti. Luego, es verdad que te cuentan cosas sobre qué hacía fuera del campo. Tuvo suerte de no vivir la época actual, con cámaras en el móvil y redes sociales, porque hubiera sido un desastre.

–¿Qué pensó cuando triunfó en Nápoles?

–Le voy a contar una anécdota. Coincidí con él en la zona de pasaportes cuando se iba para Nápoles. Yo me iba de vacaciones a Londres. Le dije: “ánimo y compórtate”. Se le veía ilusionado. En Italia le respetaron las lesiones y pudo verse su verdadero potencial.

–¿Es Maradona el mejor de la historia?

–Es que no se puede comparar. ¿Es mejor Maradona que Messi? Son incomparables, y eso que justos estos dos tienen condiciones parecidas. Hay una cosa que me llama la atención: la gran capacidad física que mostraron los dos. Se destaca poco eso. Cuando Diego arrancaba te sacaba dos metros. A Messi le pasa igual.

–¿Sigue al Oviedo?

–Siempre que puedo. Es un equipo que me marcó. Y ahora, en Segunda y después de unos años complicados en otras categorías, es más fácil seguirlo.

–¿Le gusta el juego de los de Ziganda?

–¿Sabe lo que pasa? Que me da la sensación de que todos los equipos juegan igual. Se habla de presión, de intensidad, de táctica… Me acuerdo ir a Asunción, Paraguay, con una metodología de trabajo que nunca habían visto. Ahora vas a Argentina, Tokio o Europa y todos tienen la misma metodología. La táctica es importante, sí, pero no más que el talento.

–¿De qué jugador azul guarda mejor recuerdo?

–De Berto (contesta sin dudar). Lo fichamos del Caudal, con una cláusula de que cobraría más si alcanzaba determinados partidos en el Oviedo. Me acuerdo que su padre estaba inquieto conmigo, decía que cuando fuera a alcanzar el número para la prima no lo pondría. Jugó los 90 minutos de todos los partidos desde que llegó. A Berto lo fichamos a cambio de pagarle al juvenil del Caudal los desplazamientos en autobús.

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