No siempre el periodismo fue gráfico ni lo gráfico fue su sustento informativo. Pero la llegada de la imagen –con procedimientos cada vez más instantáneos y sofisticados, técnicas progresivamente más evolucionadas y precisas y principios profesionales más sustantivos y menos subordinados– revolucionó los conceptos, los contenidos y los resultados.
Hoy el periodismo no se entiende sin imágenes y las imágenes no se entienden como meras ilustraciones complementarias del relato escrito. La fotografía es la noticia y la noticia gráfica es el medio y el mensaje. Y el fotógrafo, también llamado fotoperiodista, es un protagonista y no un figurante cuya labor estuvo en un tiempo restringida y sometida a la dominación del reportero.
El instinto, el olfato, ese ojo clínico que se tiene o no se tiene y que te permite contemplar la realidad –más allá de las apariencias o las simulaciones de la actualidad– funciona ante la cámara de una forma automática, fulgurante, casi irreflexiva y anticipadora; y cuando el suceso consiente una observación menos improvisada y más reposada y pensativa, entonces la actitud y la respuesta se producen de un modo más analítico y prospectivo.
La profesión no conduce a la neutralidad ni al comportamiento pasivo o condescendiente, pese a que los sentimientos y las emociones son inherentes a la persona y se entremezclan inevitablemente con el oficio y a menudo se sobreponen a la rutina laboral.
De todo esto sabe mucho Santiago García –que acaba de publicar “Asturias, paraíso del ciclismo”, edición limitada del autor, Oviedo, diciembre de 2020–, formado a pie de calle, aprendiz de tantas enseñanzas, no siempre placenteras, estudioso de la vida en carne viva antes que de los libros en carne ajena, paseante y explorador asiduo de su ciudad, veterano de la conversación en las tertulias y en las redacciones, discutidor vehemente y polémico, y más bien ajeno, por imperativos existenciales, de los púlpitos, las aulas y las academias.
Hecho a sí mismo, con sacrificio y denuedo, se convirtió con los días y los quinquenios en un periodista gráfico de primera plana, discípulo y compañero de maestros, como hoy lo es él, y autor de una fototeca que resume y testimonia la historia, principal y cotidiana, de la Asturias del último medio siglo. Personajes ilustres, algunos decadentes, otros sin nombre ni apenas mérito, hechos trascendentales y ordinarios, solemnes y vulgares, reportajes costumbristas, deportivos, políticos y sociales… llevan su sello y su firma y le acreditan como un testigo minucioso, atento y sensible –y sobre todo fiable– de cuanto ocurrió en su hábitat y en su entorno. Y en esa trayectoria, tan dilatada y tan diversa, el ciclismo –como espectáculo fugaz y escuela de sacrificio y superación– fue un tema recurrente, en cierta medida privilegiado y cuyo seguimiento dio lugar a un copioso repertorio de momentos y presencias irrepetibles, inolvidables. Así cuenta la historia y la anécdota de Asturias Santiago García, sin titulares, entradillas ni guarniciones literarias. Sus fotos son sus palabras. Y en sus palabras está su relato y en su relato, su… testamento vital.
Con los años –que fueron su escuela y su yunque–, Santiago García ha llegado a conocer a todo el mundo, como ni siquiera ellos mismos se conocen y actualmente todo el mundo le conoce a él, aunque solo sea por empatía, referencia o aproximación.